martes, 27 de octubre de 2009

"El cielo es azul, la tierra blanca" de Hiromi Kawakami

Kawakami Hiromi es una autora japonesa de 51 años nacida en Tokio, que acaba de ser traducida por primera vez a nuestro idioma. Sin embargo, hace casi treinta años que hizo su debut literario con su relato So-shimoku en una revista japonesa, con cuyas primeras ediciones había colaborado ya desde la década del 70. Kawakami Hiromi es una graduada de la Universidad para mujeres Ochanomizu. Se ha reinventado a sí misma como escritora y ha hecho un segundo debut en la literatura en 1994, con su novela Kamisama (Dios). Desde entonces, se ha convertido en una de las autoras más populares del Japón. Ha ganado numerosos premios en su país, con los cuales la crítica ha reconocido el valor de su aporte a las letras.
El cielo es azul, la tierra blanca es la primera novela de esta autora que se publica en español. La protagonista es Tsukiko, una mujer solitaria de 38 años, que se considera poco dotada para el amor, hasta que un día se reencuentra en una taberna con su viejo maestro de japonés, y entre ambos se establece un entendimiento sin palabras que les permite compartir su soledad. Eligen las mismas cosas a la hora de comer, se refugian en la compañía del otro y les resulta difícil separarse, más allá de que por momentos intenten escapar de la relación: el maestro, recordando a una mujer que tiempo atrás lo abandonó, y Tsukiko, en un antiguo compañero de clase. El cielo es azul, la tierra blanca promete ser una historia de amor sutil, íntima y de profunda belleza.
( Extraído de Blog de Libros. Cada día un libro en español)

"Las vidas privadas de Pippa lee" Rebecca Miller


SINOPSIS de "Las vidas privadas de Pippa Lee"
Tras una complicada infancia, y una adolescencia y una juventud más que turbulentas, Pippa se construyó una placentera vida junto a su marido, un rico editor, mucho mayor que ella. Llevan años casados, tienen dos hijos, y Herb ya ha cumplido ochenta años. Y, aunque mantiene su vitalidad, ha decidido vender sus propiedades y repartir el dinero entre su mujer y sus hijos, para evitarles incomodidades e impuestos cuando él muera. Después, Pippa y Herb se retiran a una refinada urbanización para la tercera edad, donde parecen adaptarse bien, pero lo que antes era una gran casa, y una intensa vida social, ahora es poco más que una parodia, y Pippa empieza a sufrir ataques de sonambulismo, come demasiado, fuma y bebe. Entonces comienza a pensar en quién es, y a recordar lo que fue –objeto de los deseos de su madre, amante de la amante de su tía lesbiana–, y ante el lector se despliega el abanico de las vidas privadas de Pippa. Una excelente novela llevada al cine por la propia autora. «Al parecer, las elegantes y entregadas esposas de mediana edad no son tan transparentes como parecen» (Lucy Atkins, The Guardian).





Rebecca Miller



La identidad de Rebecca Miller (Babelia)
Escritora, pintora y cineasta, la hija del dramaturgo estadounidense y de la fotógrafa Inge Morath vuelve a la literatura con Las vidas privadas de Pippa Lee. El libro coincide con su adaptación al cine y la edición de los últimos relatos de su padre.
La reivindicación de la propia identidad empapa la primera novela de Rebecca Miller, Las vidas privadas de Pippa Lee, conmovedora historia de una mujer marcada por los lazos familiares que acaba refugiándose a la sombra de un marido brillante. Que la creadora de ese personaje diluido entre fuertes personalidades sea la hija del inmenso dramaturgo Arthur Miller, casada además con el doblemente oscarizado actor Daniel Day-Lewis, quizá invite a establecer incómodos paralelismos que ella intenta conjurar con su trabajo. Pintora, actriz, autora de relatos cortos, guionista y cineasta, su perfil resulta todavía poco conocido para el gran público, pero con Las vidas privadas de Pippa Lee, confirma el desembarco en la literatura de una voz tan sensible como original.
La crítica anglosajona ha brindado una cálida acogida al retrato agridulce de esa protagonista dividida contra ella misma, "el icono de la esposa del artista", inteligente, atractiva y sobre todo entregada, cuyo verdadero yo lucha por emerger desde el acomodado universo de su matrimonio. Pippa tiene 50 años cuando accede a retirarse junto a su marido, un legendario editor que le lleva tres décadas, a una de esas disneylandias para jubilados americanos apodada irónicamente Wrinkle Village (la ciudad de las arrugas). La descripción del exquisito círculo que la pareja acaba de dejar atrás, la comunidad artística y literaria neoyorquina, nos retrotrae a la experiencia de la propia autora en un hogar bohemio y creativo, frecuentado por la crema de la intelectualidad de la época. Brillantes personajes que arropaban a sus progenitores, Arthur Miller y la fotógrafa austriaca Inge Morath, poblaron su niñez y adolescencia, "aunque entonces yo no era consciente de ello".
Rebecca Miller vino al mundo en septiembre de 1962, un mes después de la muerte de Marylin Monroe, que fuera la segunda esposa de su padre. El dramaturgo todavía estaba casado con la frágil estrella cuando conoció a Morath durante el rodaje de Vidas rebeldes (1961), la última película que protagonizara Monroe. Ambos se divorciaban en vísperas del estreno, y al año y medio Miller anunciaba su matrimonio con la fotógrafa de la agencia Magnum, su compañera de las siguientes cuatro décadas. Los primeros seis años de la infancia de Rebecca tuvieron como inusual domicilio la suite 614 del hotel Chelsea, mítico establecimiento de Manhattan que ha contado entre sus inquilinos con Norman Mailer, Lou Reed y Bob Dylan. Un lugar que, en palabras de Arthur Miller, "no tenía aspiradoras, ni reglas, ni gusto, ni vergüenza: era una fiesta de nunca acabar".
En la madurez de sus progenitores (el escritor tenía casi 47 años cuando nació Rebecca) la familia se trasladaba a una granja de Connecticut, donde la hija desarrolló una temprana vocación por las artes en la que siempre se sintió apoyada por su entorno: "Una de las mejores cosas que aprendí de los míos es el lema de levantarse cada mañana y volcarte en tu trabajo, el estar siempre automotivada". Asegura que no le intimidaba mostrar a Arthur Miller sus primeros escritos de juventud, en busca "del juicio y apoyo de mi padre", y no del gran autor de piezas clásicas como La muerte de un viajante o Panorama desde el puente. No se atrevió, sin embargo, a exponer su trabajo al escrutinio del público hasta varios años después, cuando ya estaba casada y había formado una familia. Inquirida sobre esa vacilación, acaba admitiendo como "una de las razones" el temor de entonces a las comparaciones con la figura de su padre. "Me lancé cuando había vivido más, me sentía madura y había encontrado mi propia identidad", esgrime.
Siete años después de publicar el libro de relatos cortos Velocidad personal (2001), Miller se estrenaba en la novela con Las vidas privadas de Pippa Lee. La Pippa del título ha enterrado en su plácida vida burguesa un pasado doloroso y salvaje, pero esa identidad pugna por aflorar desde el subconsciente. La esposa impecable se transforma por las noches en una sonámbula que asalta la cocina para volcarse en excesos bulímicos o encadenar cigarrillos, aunque en el mundo consciente dejara de fumar largo tiempo atrás. La pluma de Miller articula la narración superponiendo las múltiples vidas de la protagonista, al modo de las muñecas rusas, en un relato que cobra especial veracidad cuando es escrito en primera persona.
La autora dice que no se ha inspirado en ningún personaje real en concreto (ni ella ni su madre, dice, vieron condicionado su trabajo por el matrimonio y la maternidad) y que concibió el libro como "un estudio sobre la identidad, del que no te cansarías nunca, porque todo el mundo tiene sus secretos". Secretos como el que marca su propia biografía. Rebecca Miller fue criada como hija única, a pesar de la existencia de un hermano que la familia mantuvo semioculto. Ese capítulo era desvelado al detalle por la revista Vanity Fair hace tres años: en noviembre de 1966, Inge Morath daba luz a un niño, Daniel, afectado con el síndrome de Down. El bebé tenía sólo una semana cuando fue entregado a un centro de Nueva York. Morath visitaba a su hijo casi cada domingo, pero Arthur Miller rechazó todo contacto hasta casi ser ya octogenario. El hombre que exploró en sus obras la culpa y la moralidad en el seno de la familia sólo pudo aceptar a su hijo en los últimos diez años de su vida. Rebecca Miller siempre se ha negado a abordar la cuestión: "La única persona que podría contestar a las preguntas es mi padre, y está muerto".
A lo largo de la entrevista, se muestra muy reacia a trazar el retrato íntimo del gran hombre. Su propia vocación artística, subraya, bebió a partes iguales de la producción escrita de Arthur Miller y del universo visual de su madre. El maridaje de ambas influencias acabó orientando su carrera hacia la literatura y el cine, después de "un largo proceso exploratorio" que arrancaba en las artes plásticas. "Empecé a pintar muy joven, a los 16 años, pero pronto tuve claro que lo que me interesaba era la dirección cinematográfica". Su red de contactos familiares en Nueva York condujeron a la entonces veinteañera "alta, dotada de facciones renacentistas y unos intensos ojos azules" hasta un famoso agente de actores. "Deberías estar en las películas", le espetó el personaje antes de conseguirle su primer papel en una serie de televisión. Su nueva faceta le permitió trabajar en 1988 con el director teatral Peter Brook ("le gustaban los actores no profesionales"), para quien encarnó a la Anya de Chéjov en El jardín de los cerezos. Seguía pintando y escribiendo, mientras acariciaba la ambición de filmarlas ella misma. Miller pasa de puntillas por su experiencia en la gran pantalla, aunque fuera junto a estrellas como Harrison Ford en A propósito de Henry y Kevin Spacey en Dobles parejas. Una experiencia que sólo consideraba aprendizaje y puente para dar el salto a la dirección de sus propios guiones. Su estreno como cineasta llegaba con Angela (1995), a cuya discreta acogida siguió el premio del jurado de Velocidad personal: tres historias en Sundance (2002). Eligió como protagonista de La balada de Jack y Rose (2005) al actor británico Daniel Day-Lewis, a la sazón su marido. Ambos comparten vida y dos hijos, a caballo entre la campiña de Irlanda y Nueva York, desde que se conocieran hace trece años durante el rodaje de El crisol, cinta inspirada en la obra de Arthur Miller Las brujas de Salem. Fue él quien les presentó.
La obra literaria y cinematográfica de Rebecca Miller vuelven a fundirse en Las vidas privadas de Pippa Lee, cuya traslación al celuloide presentaba en el reciente festival de cine de Berlín. ?Cuando acabé el primer borrador del libro, me quedé con la sensación de que no todo estaba dicho y sentí la curiosidad de explorar el personaje en una dimensión diferente?, señala sobre un filme que cuenta en el reparto con Robin Wright Penn y Keanu Reeves. Encerrada en su retiro irlandés del condado de Wicklow, trabaja en su segunda novela mientras se prepara para los viajes de promoción de la cinta. Está acostumbrada a desfilar por la alfombra roja colgada del brazo de su marido, ese circo del estrellato al que siempre se ha declarado alérgica. Por mucho que busque el reconocimiento, desmarcada de la sombra de su padre, la hija de Arthur Miller asegura que el brillo de los focos sigue sin ser para ella.




"El corazón es un cazador solitario" Carson McCullers


Sinopsis de El corazón es un cazador solitario de Carson McCullers

Escrita con tan sólo veintitrés años, El corazón es un cazador solitano (The Heart is a Lonely Hunter, 1940) fue la primera novela de Carson McCullers y dio a conocer la magnitud de su talento. Centrada en el ambiente de una pequeña ciudad sureña y en un grupo de personas que —en torno a la figura emblemática del sordomundo John Singer, el personaje más conseguido de esta genial autora— tienen en común la esencial soledad, su marginalidad y el rechazo de una sociedad que les ignora, El corazón es un cazador solitario es ya un clásico de la narrativa contemporánea. Leyendo El corazón es un cazador solitario el lector no puede evitar implicarse con cada uno de sus personajes y vibra ante la experiencia de seguir a Carson McCullers en su viaje por las profundidades del alma humana. Esta pieza maestra justifica sobradamente las palabras que Graham Greene escribió acerca de su autora: «Carson McCullers y quizá William Faulkner son, tras la muerte de D. H. Lawrence, los únicos escritores con una sensibilidad poética original. Prefiero Carson McCullers a William Faulkner porque escribe de modo más claro; la prefiero a D. H. Lawrence porque no tiene mensaje.»

MALDITOS, HETERODOXOS Y ALUCINADOS
Carson McCullers, la retratista de lo más desolador del "deep south"
JAVIER MEMBA

La crítica suele situar a Lila Carson Smith, más conocida por su nombre de pluma, Carson McCullers, a mitad de camino entre William Faulkner y Truman Capote. Como aquél, McCullers nos propone la decadencia del Sur estadounidense mediante el retrato de sus miserables protagonistas; como éste, no puede dejar de sentir cierta ternura por sus personajes. Su obra, reducida a cuatro novelas y un par de colecciones de relatos, nos muestra un mundo desolador poblado por sordomudos, mirones, niñas que buscan refugio en su fantasía, homosexuales y viragos.
Nacida en Columbus (Georgia) el 19 de febrero de 1917, su primera idea fue convertirse en una brillante concertista de piano. Para ello se trasladó a Nueva York en 1937 con el propósito de estudiar música. Sin embargo, tras seguir unos cursos de escritura creativa en la Universidad de Columbia, su verdadero destino quedó fijado. Por lo demás, su experiencia musical nunca llegaría más allá de su participación en algunas orquestas de segunda, empleo que alternaría con el de recepcionista en un hotel y, más tarde, con el de periodista.
Niña prodigio de las letras norteamericanas
Su primera novela, 'El corazón es un cazador solitario' (1940), publicada cuando Carson sólo contaba 24 años, la convirtió en toda una niña prodigio de las letras norteamericanas. Saludada con entusiasmo por la crítica, en sus páginas se daba cuenta de la existencia de varios habitantes de un pequeño pueblo. Así se entrecruzan las historias de Copeland, un médico interesado en concienciar a los negros; Biff, el dueño del "drugstore"; Mick, una adolescente apasionada de la música -a buen seguro trasunto de la autora- cuyos sueños la evaden de la miseria de su hogar; Blount, un forastero alcohólico; el sordomudo John Singer, interlocutor ideal... Cada uno a su modo, todos ellos amenazan con una ruina inminente, a la vez que componen una amplia panorámica a través de los distintos matices de la soledad. El año siguiente, en 1941, aparece la quizá sea su novela más conocida, merced a la adaptación cinematográfica de ella que realizara John Huston: 'Reflejos en un ojo dorado'. Si en su primera entrega la autora fue a dar cuenta de las miserias de la sociedad civil de su sur natal, en este caso será la sociedad militar la que merezca la aguda observación de la escritora. En esta ocasión se nos propone la historia de un crimen -el que un capitán comete en la persona de un soldado al que le gustaba ver dormir desnuda a la mujer del oficial-, que no es otra cosa que la mejor disculpa que la autora encuentra para mostrarnos los más íntimos agobios de sus protagonistas. El oficial, sin ir más lejos, es homosexual.
Páginas regadas con alcohol
Becada a raíz del éxito de su primera ficción por la Fundación Guggenheim, finalizada la guerra, como vienen haciendo desde los años 20 todos los escritores norteamericanos, Carson McCullers se instala en París. En la capital francesa contraerá matrimonio con un oficial norteamericano destinado allí. Pero Carson no estaba hecha para el matrimonio. Muy probablemente, 'Frankie y la boda' (1946) -donde se nos propone la triste experiencia de una niña convencida de podrá irse a vivir con su idolatrado hermano cuando éste se case- guarde cierta relación con la unión de la escritora. De regreso a América, Carson comienza a ser presa de constantes depresiones que acaban llevándola al alcoholismo. Entre borrachera y borrachera, a página diaria se afirma en su edición española (Bruguera, 1984), escribe 'Reloj sin manecillas', aparecida en 1961. En ella acomete un tema ineludible para todos los escritores nacidos en el Sur estadounidense: la segregación racial y los problemas que ésta genera, vistos desde la perspectiva de un farmacéutico que, con tan solo 40 años, descubre que está punto de morir. A la sazón, Carson McCullers padece una parálisis que va minando su vida inexorablemente. Publicada dentro del volumen de relatos al que da título, 'La balada del café triste' -que en España suele editarse como un texto independiente, narra una mísera e imposible historia de amor: la habida entre la virago Amelia y su primo, un tullido que roza la subnormalidad. Muerta en Nueva York, el 15 de agosto de 1967, su última colección de relatos, 'The Mortgaged Heart', aparece en 1971. Para entonces, Carson McCullers ya esta considerada una de las voces más importantes y sugerentes de la literatura norteamericana del siglo XX.

lunes, 5 de octubre de 2009

OBLOMOV, Iván A. Goncharov

KOKORO, Soseki

LA FORTALEZA ASEDIADA, Quian Zhongshu

NIAGARA, Joyce Carol Oates

¡Qué buena, qué buena, qué buena! Totalmente recomendable si os gustaron las anteriores, porque a mí me da la impresión de que la Oates escribe siempre igual. En una crítica leí que cada libro de Oates es reflejo de un escritor americano, pero en las cinco que yo he leido (Blonde, A media luz, La hija del sepulturero, Mamá, Niágara) te da la impresión de estar siempre leyendo el mismo libro.

REENCUENTRO, de Fred Uhlman

En Valencia, en la calle Mar 47, bajo, podeis encontrar la librería VALDESKA, que me ha parecido una joyita. Trabaja con pocas editoriales, pero todo lo que tiene es apetecible. Sin un best-seller en las estanterías y sólo con libros de ensayo, arte y literatura selectísima, Valdeska sigue sin prisa, sin pausa y con toda la serenidad del mundo en la brecha de la cultura de calidad. Su director, Sergio, es lector antes que librero, y me pareció alguien totalmente de fiar, y por eso le pedí que me recomendase tres novelas así, a lo bravo.

Una de ellas es Reencuentro, de Fred Uhlman. Os adjunto la reseña que aparece en Escuela de escritores.

Reencuentro, de Fred Uhlman es un librito pequeño y birrioso que se lee en una tarde, y resulta un tratado de cómo en un centenar de páginas se puede escribir una obra maestra.
Y como ocurre con otras pequeñas obras maestras, de Saint-Exupéry a Salinger, es imposible leerlo sin que a partir de su lectura empiece a haber un antes y un después a todo lo que uno escriba o intente escribir.
El libro trata al mismo tiempo de la adolescencia y del sentido de la amistad, pero también de la escuela alemana en épocas prehitlerianas, de los cachorros de la burguesía, del maravilloso paisaje zuavo y bávaro, del descubrimiento de la cultura y el conocimiento, y quizás sobre todo ello, de la autenticidad y del sentido de la vida y la existencia.
Dos quinceañeros de familias burguesas asentadas desde hace siglos en Stüttgart asisten a comienzos de los años treinta al mismo colegio. Schwarz es hijo de un médico de origen judío; Konradin, hijo de una noble familia aristocrática local. A lo largo de un curso escolar, se desarrolla entre ellos una intensa amistad mutua, llena de inocencia y de amor por el terruño y de preguntas trascendentales propias de la edad de crecimiento físico e intelectual, mientras a su alrededor el aire puro de la Selva Negra se va viciando lentamente empujado por los vientos de Berlín, hasta desatar una lógica ruptura entre los dos que motiva el que jamás vuelvan a verse en los siguientes treinta años; ruptura que uno cree definitiva hasta el último capítulo, hasta la última línea.
Y no me da vergüenza confesar que al terminar esta última línea y cerrar el libro, se le encoge a uno la glotis y tiene que mantener a raya una molesta lágrima asomada en el ojo que no acaba de irse de ahí en toda la tarde. En toda la vida, quizás.
Sergio acertó de pleno. Una novela muy cortita, sencilla de leer, pero con mar de fondo. Tengo ganas de releerla, pero antes tengo pendientes sus otras dos recomendaciones: 84, Charing Cross Road, de Helene Hanff, y Oblomov, de Ivan A. Goncharov.
Por cierto, pasaros por el blog de Valdeska. Hay una reseña sobre Anuncio una casa donde ya no quiero vivir, de Bohumil Hrabal. Me gusta el título. ¿Os apetece?