miércoles, 18 de noviembre de 2009

Al pie de la escalera, Lorrie Moore


Lorrie Moore. Biografía

Nacida en Glens Falls (Nueva York) en 1957, es autora de tres libros de relatos, Autoayuda (1985), Como la vida misma (1990) y Pájaros de América (1998), y de dos novelas, Anagramas (1986) y El hospital de ranas (1994).
Pájaros de América fue elegido Libro del Año de 1998 por The New York Times, seleccionado entre los mejores del año por Los Angeles Times y Publishers Weekly, finalista del National Book Critics Circle Award, y permaneció varias semanas en la lista de libros más vendidos; autores de la talla de Julian Barnes lo eligieron como uno de los mejores libros del año, y la revista Entertainment Weekly lo ha seleccionado como uno de los 50 mejores libros de los últimos 25 años. Lorrie Moore ha sido galardonada con el Irish Times International Prize for Literature, el O. Henry Award, el PEN/Malamud Award y el Rea Award for the Short Story, y la Lannan Foundation le ha concedido una beca. Es miembro de la American Academy of Arts and Letters. Actualmente es profesora en la Universidad de Wisconsin, Madison.


Snopsis

Mientras Estados Unidos se prepara para la Guerra de Iraq, Tassie, una chica de campo que estudia en una ciudad del Medio Oeste, empieza a trabajar como canguro para un matrimonio de blancos que ha adoptado a una niña de origen afroamericano. Poco a poco, Tassie se va sintiendo más unida a ella, y la protege y quiere como si fuera su propia hija. Pero la vida revela sus inevitables secretos: los padres adoptivos ocultan algo, y su descubrimiento romperá para siempre los lazos entre Tassie y la pequeña.Al pie de la escalera es una novela perspicaz e inteligente que desnuda la hipocresía de la clase media a través de un tema universal: la adopción. Tras más de diez años de silencio y después de la aclamada Pájaros de América, Lorrie Moore regresa con su inconfundible estilo: esa mezcla de sentido del humor y profunda visión de la realidad que la han convertido en una de las figuras estelares de la narrativa norteamericana de hoy.

martes, 27 de octubre de 2009

"El cielo es azul, la tierra blanca" de Hiromi Kawakami

Kawakami Hiromi es una autora japonesa de 51 años nacida en Tokio, que acaba de ser traducida por primera vez a nuestro idioma. Sin embargo, hace casi treinta años que hizo su debut literario con su relato So-shimoku en una revista japonesa, con cuyas primeras ediciones había colaborado ya desde la década del 70. Kawakami Hiromi es una graduada de la Universidad para mujeres Ochanomizu. Se ha reinventado a sí misma como escritora y ha hecho un segundo debut en la literatura en 1994, con su novela Kamisama (Dios). Desde entonces, se ha convertido en una de las autoras más populares del Japón. Ha ganado numerosos premios en su país, con los cuales la crítica ha reconocido el valor de su aporte a las letras.
El cielo es azul, la tierra blanca es la primera novela de esta autora que se publica en español. La protagonista es Tsukiko, una mujer solitaria de 38 años, que se considera poco dotada para el amor, hasta que un día se reencuentra en una taberna con su viejo maestro de japonés, y entre ambos se establece un entendimiento sin palabras que les permite compartir su soledad. Eligen las mismas cosas a la hora de comer, se refugian en la compañía del otro y les resulta difícil separarse, más allá de que por momentos intenten escapar de la relación: el maestro, recordando a una mujer que tiempo atrás lo abandonó, y Tsukiko, en un antiguo compañero de clase. El cielo es azul, la tierra blanca promete ser una historia de amor sutil, íntima y de profunda belleza.
( Extraído de Blog de Libros. Cada día un libro en español)

"Las vidas privadas de Pippa lee" Rebecca Miller


SINOPSIS de "Las vidas privadas de Pippa Lee"
Tras una complicada infancia, y una adolescencia y una juventud más que turbulentas, Pippa se construyó una placentera vida junto a su marido, un rico editor, mucho mayor que ella. Llevan años casados, tienen dos hijos, y Herb ya ha cumplido ochenta años. Y, aunque mantiene su vitalidad, ha decidido vender sus propiedades y repartir el dinero entre su mujer y sus hijos, para evitarles incomodidades e impuestos cuando él muera. Después, Pippa y Herb se retiran a una refinada urbanización para la tercera edad, donde parecen adaptarse bien, pero lo que antes era una gran casa, y una intensa vida social, ahora es poco más que una parodia, y Pippa empieza a sufrir ataques de sonambulismo, come demasiado, fuma y bebe. Entonces comienza a pensar en quién es, y a recordar lo que fue –objeto de los deseos de su madre, amante de la amante de su tía lesbiana–, y ante el lector se despliega el abanico de las vidas privadas de Pippa. Una excelente novela llevada al cine por la propia autora. «Al parecer, las elegantes y entregadas esposas de mediana edad no son tan transparentes como parecen» (Lucy Atkins, The Guardian).





Rebecca Miller



La identidad de Rebecca Miller (Babelia)
Escritora, pintora y cineasta, la hija del dramaturgo estadounidense y de la fotógrafa Inge Morath vuelve a la literatura con Las vidas privadas de Pippa Lee. El libro coincide con su adaptación al cine y la edición de los últimos relatos de su padre.
La reivindicación de la propia identidad empapa la primera novela de Rebecca Miller, Las vidas privadas de Pippa Lee, conmovedora historia de una mujer marcada por los lazos familiares que acaba refugiándose a la sombra de un marido brillante. Que la creadora de ese personaje diluido entre fuertes personalidades sea la hija del inmenso dramaturgo Arthur Miller, casada además con el doblemente oscarizado actor Daniel Day-Lewis, quizá invite a establecer incómodos paralelismos que ella intenta conjurar con su trabajo. Pintora, actriz, autora de relatos cortos, guionista y cineasta, su perfil resulta todavía poco conocido para el gran público, pero con Las vidas privadas de Pippa Lee, confirma el desembarco en la literatura de una voz tan sensible como original.
La crítica anglosajona ha brindado una cálida acogida al retrato agridulce de esa protagonista dividida contra ella misma, "el icono de la esposa del artista", inteligente, atractiva y sobre todo entregada, cuyo verdadero yo lucha por emerger desde el acomodado universo de su matrimonio. Pippa tiene 50 años cuando accede a retirarse junto a su marido, un legendario editor que le lleva tres décadas, a una de esas disneylandias para jubilados americanos apodada irónicamente Wrinkle Village (la ciudad de las arrugas). La descripción del exquisito círculo que la pareja acaba de dejar atrás, la comunidad artística y literaria neoyorquina, nos retrotrae a la experiencia de la propia autora en un hogar bohemio y creativo, frecuentado por la crema de la intelectualidad de la época. Brillantes personajes que arropaban a sus progenitores, Arthur Miller y la fotógrafa austriaca Inge Morath, poblaron su niñez y adolescencia, "aunque entonces yo no era consciente de ello".
Rebecca Miller vino al mundo en septiembre de 1962, un mes después de la muerte de Marylin Monroe, que fuera la segunda esposa de su padre. El dramaturgo todavía estaba casado con la frágil estrella cuando conoció a Morath durante el rodaje de Vidas rebeldes (1961), la última película que protagonizara Monroe. Ambos se divorciaban en vísperas del estreno, y al año y medio Miller anunciaba su matrimonio con la fotógrafa de la agencia Magnum, su compañera de las siguientes cuatro décadas. Los primeros seis años de la infancia de Rebecca tuvieron como inusual domicilio la suite 614 del hotel Chelsea, mítico establecimiento de Manhattan que ha contado entre sus inquilinos con Norman Mailer, Lou Reed y Bob Dylan. Un lugar que, en palabras de Arthur Miller, "no tenía aspiradoras, ni reglas, ni gusto, ni vergüenza: era una fiesta de nunca acabar".
En la madurez de sus progenitores (el escritor tenía casi 47 años cuando nació Rebecca) la familia se trasladaba a una granja de Connecticut, donde la hija desarrolló una temprana vocación por las artes en la que siempre se sintió apoyada por su entorno: "Una de las mejores cosas que aprendí de los míos es el lema de levantarse cada mañana y volcarte en tu trabajo, el estar siempre automotivada". Asegura que no le intimidaba mostrar a Arthur Miller sus primeros escritos de juventud, en busca "del juicio y apoyo de mi padre", y no del gran autor de piezas clásicas como La muerte de un viajante o Panorama desde el puente. No se atrevió, sin embargo, a exponer su trabajo al escrutinio del público hasta varios años después, cuando ya estaba casada y había formado una familia. Inquirida sobre esa vacilación, acaba admitiendo como "una de las razones" el temor de entonces a las comparaciones con la figura de su padre. "Me lancé cuando había vivido más, me sentía madura y había encontrado mi propia identidad", esgrime.
Siete años después de publicar el libro de relatos cortos Velocidad personal (2001), Miller se estrenaba en la novela con Las vidas privadas de Pippa Lee. La Pippa del título ha enterrado en su plácida vida burguesa un pasado doloroso y salvaje, pero esa identidad pugna por aflorar desde el subconsciente. La esposa impecable se transforma por las noches en una sonámbula que asalta la cocina para volcarse en excesos bulímicos o encadenar cigarrillos, aunque en el mundo consciente dejara de fumar largo tiempo atrás. La pluma de Miller articula la narración superponiendo las múltiples vidas de la protagonista, al modo de las muñecas rusas, en un relato que cobra especial veracidad cuando es escrito en primera persona.
La autora dice que no se ha inspirado en ningún personaje real en concreto (ni ella ni su madre, dice, vieron condicionado su trabajo por el matrimonio y la maternidad) y que concibió el libro como "un estudio sobre la identidad, del que no te cansarías nunca, porque todo el mundo tiene sus secretos". Secretos como el que marca su propia biografía. Rebecca Miller fue criada como hija única, a pesar de la existencia de un hermano que la familia mantuvo semioculto. Ese capítulo era desvelado al detalle por la revista Vanity Fair hace tres años: en noviembre de 1966, Inge Morath daba luz a un niño, Daniel, afectado con el síndrome de Down. El bebé tenía sólo una semana cuando fue entregado a un centro de Nueva York. Morath visitaba a su hijo casi cada domingo, pero Arthur Miller rechazó todo contacto hasta casi ser ya octogenario. El hombre que exploró en sus obras la culpa y la moralidad en el seno de la familia sólo pudo aceptar a su hijo en los últimos diez años de su vida. Rebecca Miller siempre se ha negado a abordar la cuestión: "La única persona que podría contestar a las preguntas es mi padre, y está muerto".
A lo largo de la entrevista, se muestra muy reacia a trazar el retrato íntimo del gran hombre. Su propia vocación artística, subraya, bebió a partes iguales de la producción escrita de Arthur Miller y del universo visual de su madre. El maridaje de ambas influencias acabó orientando su carrera hacia la literatura y el cine, después de "un largo proceso exploratorio" que arrancaba en las artes plásticas. "Empecé a pintar muy joven, a los 16 años, pero pronto tuve claro que lo que me interesaba era la dirección cinematográfica". Su red de contactos familiares en Nueva York condujeron a la entonces veinteañera "alta, dotada de facciones renacentistas y unos intensos ojos azules" hasta un famoso agente de actores. "Deberías estar en las películas", le espetó el personaje antes de conseguirle su primer papel en una serie de televisión. Su nueva faceta le permitió trabajar en 1988 con el director teatral Peter Brook ("le gustaban los actores no profesionales"), para quien encarnó a la Anya de Chéjov en El jardín de los cerezos. Seguía pintando y escribiendo, mientras acariciaba la ambición de filmarlas ella misma. Miller pasa de puntillas por su experiencia en la gran pantalla, aunque fuera junto a estrellas como Harrison Ford en A propósito de Henry y Kevin Spacey en Dobles parejas. Una experiencia que sólo consideraba aprendizaje y puente para dar el salto a la dirección de sus propios guiones. Su estreno como cineasta llegaba con Angela (1995), a cuya discreta acogida siguió el premio del jurado de Velocidad personal: tres historias en Sundance (2002). Eligió como protagonista de La balada de Jack y Rose (2005) al actor británico Daniel Day-Lewis, a la sazón su marido. Ambos comparten vida y dos hijos, a caballo entre la campiña de Irlanda y Nueva York, desde que se conocieran hace trece años durante el rodaje de El crisol, cinta inspirada en la obra de Arthur Miller Las brujas de Salem. Fue él quien les presentó.
La obra literaria y cinematográfica de Rebecca Miller vuelven a fundirse en Las vidas privadas de Pippa Lee, cuya traslación al celuloide presentaba en el reciente festival de cine de Berlín. ?Cuando acabé el primer borrador del libro, me quedé con la sensación de que no todo estaba dicho y sentí la curiosidad de explorar el personaje en una dimensión diferente?, señala sobre un filme que cuenta en el reparto con Robin Wright Penn y Keanu Reeves. Encerrada en su retiro irlandés del condado de Wicklow, trabaja en su segunda novela mientras se prepara para los viajes de promoción de la cinta. Está acostumbrada a desfilar por la alfombra roja colgada del brazo de su marido, ese circo del estrellato al que siempre se ha declarado alérgica. Por mucho que busque el reconocimiento, desmarcada de la sombra de su padre, la hija de Arthur Miller asegura que el brillo de los focos sigue sin ser para ella.




"El corazón es un cazador solitario" Carson McCullers


Sinopsis de El corazón es un cazador solitario de Carson McCullers

Escrita con tan sólo veintitrés años, El corazón es un cazador solitano (The Heart is a Lonely Hunter, 1940) fue la primera novela de Carson McCullers y dio a conocer la magnitud de su talento. Centrada en el ambiente de una pequeña ciudad sureña y en un grupo de personas que —en torno a la figura emblemática del sordomundo John Singer, el personaje más conseguido de esta genial autora— tienen en común la esencial soledad, su marginalidad y el rechazo de una sociedad que les ignora, El corazón es un cazador solitario es ya un clásico de la narrativa contemporánea. Leyendo El corazón es un cazador solitario el lector no puede evitar implicarse con cada uno de sus personajes y vibra ante la experiencia de seguir a Carson McCullers en su viaje por las profundidades del alma humana. Esta pieza maestra justifica sobradamente las palabras que Graham Greene escribió acerca de su autora: «Carson McCullers y quizá William Faulkner son, tras la muerte de D. H. Lawrence, los únicos escritores con una sensibilidad poética original. Prefiero Carson McCullers a William Faulkner porque escribe de modo más claro; la prefiero a D. H. Lawrence porque no tiene mensaje.»

MALDITOS, HETERODOXOS Y ALUCINADOS
Carson McCullers, la retratista de lo más desolador del "deep south"
JAVIER MEMBA

La crítica suele situar a Lila Carson Smith, más conocida por su nombre de pluma, Carson McCullers, a mitad de camino entre William Faulkner y Truman Capote. Como aquél, McCullers nos propone la decadencia del Sur estadounidense mediante el retrato de sus miserables protagonistas; como éste, no puede dejar de sentir cierta ternura por sus personajes. Su obra, reducida a cuatro novelas y un par de colecciones de relatos, nos muestra un mundo desolador poblado por sordomudos, mirones, niñas que buscan refugio en su fantasía, homosexuales y viragos.
Nacida en Columbus (Georgia) el 19 de febrero de 1917, su primera idea fue convertirse en una brillante concertista de piano. Para ello se trasladó a Nueva York en 1937 con el propósito de estudiar música. Sin embargo, tras seguir unos cursos de escritura creativa en la Universidad de Columbia, su verdadero destino quedó fijado. Por lo demás, su experiencia musical nunca llegaría más allá de su participación en algunas orquestas de segunda, empleo que alternaría con el de recepcionista en un hotel y, más tarde, con el de periodista.
Niña prodigio de las letras norteamericanas
Su primera novela, 'El corazón es un cazador solitario' (1940), publicada cuando Carson sólo contaba 24 años, la convirtió en toda una niña prodigio de las letras norteamericanas. Saludada con entusiasmo por la crítica, en sus páginas se daba cuenta de la existencia de varios habitantes de un pequeño pueblo. Así se entrecruzan las historias de Copeland, un médico interesado en concienciar a los negros; Biff, el dueño del "drugstore"; Mick, una adolescente apasionada de la música -a buen seguro trasunto de la autora- cuyos sueños la evaden de la miseria de su hogar; Blount, un forastero alcohólico; el sordomudo John Singer, interlocutor ideal... Cada uno a su modo, todos ellos amenazan con una ruina inminente, a la vez que componen una amplia panorámica a través de los distintos matices de la soledad. El año siguiente, en 1941, aparece la quizá sea su novela más conocida, merced a la adaptación cinematográfica de ella que realizara John Huston: 'Reflejos en un ojo dorado'. Si en su primera entrega la autora fue a dar cuenta de las miserias de la sociedad civil de su sur natal, en este caso será la sociedad militar la que merezca la aguda observación de la escritora. En esta ocasión se nos propone la historia de un crimen -el que un capitán comete en la persona de un soldado al que le gustaba ver dormir desnuda a la mujer del oficial-, que no es otra cosa que la mejor disculpa que la autora encuentra para mostrarnos los más íntimos agobios de sus protagonistas. El oficial, sin ir más lejos, es homosexual.
Páginas regadas con alcohol
Becada a raíz del éxito de su primera ficción por la Fundación Guggenheim, finalizada la guerra, como vienen haciendo desde los años 20 todos los escritores norteamericanos, Carson McCullers se instala en París. En la capital francesa contraerá matrimonio con un oficial norteamericano destinado allí. Pero Carson no estaba hecha para el matrimonio. Muy probablemente, 'Frankie y la boda' (1946) -donde se nos propone la triste experiencia de una niña convencida de podrá irse a vivir con su idolatrado hermano cuando éste se case- guarde cierta relación con la unión de la escritora. De regreso a América, Carson comienza a ser presa de constantes depresiones que acaban llevándola al alcoholismo. Entre borrachera y borrachera, a página diaria se afirma en su edición española (Bruguera, 1984), escribe 'Reloj sin manecillas', aparecida en 1961. En ella acomete un tema ineludible para todos los escritores nacidos en el Sur estadounidense: la segregación racial y los problemas que ésta genera, vistos desde la perspectiva de un farmacéutico que, con tan solo 40 años, descubre que está punto de morir. A la sazón, Carson McCullers padece una parálisis que va minando su vida inexorablemente. Publicada dentro del volumen de relatos al que da título, 'La balada del café triste' -que en España suele editarse como un texto independiente, narra una mísera e imposible historia de amor: la habida entre la virago Amelia y su primo, un tullido que roza la subnormalidad. Muerta en Nueva York, el 15 de agosto de 1967, su última colección de relatos, 'The Mortgaged Heart', aparece en 1971. Para entonces, Carson McCullers ya esta considerada una de las voces más importantes y sugerentes de la literatura norteamericana del siglo XX.

lunes, 5 de octubre de 2009

OBLOMOV, Iván A. Goncharov

KOKORO, Soseki

LA FORTALEZA ASEDIADA, Quian Zhongshu

NIAGARA, Joyce Carol Oates

¡Qué buena, qué buena, qué buena! Totalmente recomendable si os gustaron las anteriores, porque a mí me da la impresión de que la Oates escribe siempre igual. En una crítica leí que cada libro de Oates es reflejo de un escritor americano, pero en las cinco que yo he leido (Blonde, A media luz, La hija del sepulturero, Mamá, Niágara) te da la impresión de estar siempre leyendo el mismo libro.

REENCUENTRO, de Fred Uhlman

En Valencia, en la calle Mar 47, bajo, podeis encontrar la librería VALDESKA, que me ha parecido una joyita. Trabaja con pocas editoriales, pero todo lo que tiene es apetecible. Sin un best-seller en las estanterías y sólo con libros de ensayo, arte y literatura selectísima, Valdeska sigue sin prisa, sin pausa y con toda la serenidad del mundo en la brecha de la cultura de calidad. Su director, Sergio, es lector antes que librero, y me pareció alguien totalmente de fiar, y por eso le pedí que me recomendase tres novelas así, a lo bravo.

Una de ellas es Reencuentro, de Fred Uhlman. Os adjunto la reseña que aparece en Escuela de escritores.

Reencuentro, de Fred Uhlman es un librito pequeño y birrioso que se lee en una tarde, y resulta un tratado de cómo en un centenar de páginas se puede escribir una obra maestra.
Y como ocurre con otras pequeñas obras maestras, de Saint-Exupéry a Salinger, es imposible leerlo sin que a partir de su lectura empiece a haber un antes y un después a todo lo que uno escriba o intente escribir.
El libro trata al mismo tiempo de la adolescencia y del sentido de la amistad, pero también de la escuela alemana en épocas prehitlerianas, de los cachorros de la burguesía, del maravilloso paisaje zuavo y bávaro, del descubrimiento de la cultura y el conocimiento, y quizás sobre todo ello, de la autenticidad y del sentido de la vida y la existencia.
Dos quinceañeros de familias burguesas asentadas desde hace siglos en Stüttgart asisten a comienzos de los años treinta al mismo colegio. Schwarz es hijo de un médico de origen judío; Konradin, hijo de una noble familia aristocrática local. A lo largo de un curso escolar, se desarrolla entre ellos una intensa amistad mutua, llena de inocencia y de amor por el terruño y de preguntas trascendentales propias de la edad de crecimiento físico e intelectual, mientras a su alrededor el aire puro de la Selva Negra se va viciando lentamente empujado por los vientos de Berlín, hasta desatar una lógica ruptura entre los dos que motiva el que jamás vuelvan a verse en los siguientes treinta años; ruptura que uno cree definitiva hasta el último capítulo, hasta la última línea.
Y no me da vergüenza confesar que al terminar esta última línea y cerrar el libro, se le encoge a uno la glotis y tiene que mantener a raya una molesta lágrima asomada en el ojo que no acaba de irse de ahí en toda la tarde. En toda la vida, quizás.
Sergio acertó de pleno. Una novela muy cortita, sencilla de leer, pero con mar de fondo. Tengo ganas de releerla, pero antes tengo pendientes sus otras dos recomendaciones: 84, Charing Cross Road, de Helene Hanff, y Oblomov, de Ivan A. Goncharov.
Por cierto, pasaros por el blog de Valdeska. Hay una reseña sobre Anuncio una casa donde ya no quiero vivir, de Bohumil Hrabal. Me gusta el título. ¿Os apetece?

jueves, 25 de junio de 2009

La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey de Mary Ann Schaffer:



Enero de 1946: Londres emerge de las sombras de la segunda guerra mundial. La escritora Juliet Ashton encuentra la carta de un desconocido, un nativo de la isla de Guernsey, a cuyas manos ha llegado un libro de Charles Lamb que perteneció a Juliet. A medida que Juliet y el desconocido intercambian cartas, ella se queda atrapada en el mundo de este hombre y sus amigos, que resulta ser un mundo maravillosamente excéntrico. Esta novela ostenta una galería de personajes profundamente peculiares, todos amantes de la literatura, que intentan sobrellevar la ocupación nazi organizando reuniones de lectura sobre novelas clásicas, alrededor de un pastel de patata.
Un libro muy dulce, que da gusto leer ¿no?
Mañana lo comentamos.

miércoles, 13 de mayo de 2009

MILENA AGUS: Las alas de mi padre
De la autora de Mal de piedras, que algunas leímos este verano:

En la luminosa Cerdeña de Milena Agus, «Madame» (llamada así por su
amor a Francia...) tiene un terreno a orillas del mar codiciado por los
especuladores. Pero Madame, aunque sea pobre, no quiere vender, y con su actitud
impide que las familias vecinas puedan hacer negocio. A pesar de esto, nadie
puede dejar de quererla debido a su generosidad y su ingenua resistencia. Esta
historia, narrada por una vecina adolescente, es irónica y truculenta,
fantástica y verdadera. Es también la historia de la extraordinaria sensibilidad
del niño Pietrino, de la pasión por el jazz de un tenaz joven, de un padre cuya
presencia es un rumor de alas... Y también es la historia de unos amores que
avanzan a duras penas y de los sacrificios propiciatorios para mantenerlos en
pie. Madame cree en la magia y la reparte con el objetivo de hacer más feliz a
la gente, porque «sin magia... la vida no es más que un espanto», repite sin
cesar.
Me decepcionó un poco. Le falta chispa, un poco sosa. Describe bien los paisajes de esa Cerdeña de la que la autora está tan enamorada (me recordaba aquí un poco a Le Clézio), pero no es, ni mucho menos como la fantástica MAL DE PIEDRAS.

NADINE GORDIMER: La hija de Burger
De la sudafricana Nadine Gordimer, premio Nobel de Literatura en 1991, de la que aquí tenéis una entrevista realizada en 2007: “El materialismo lo ha impregnado todo”.

Rosa era una niña cuando su padre, Lionel Burger, fue condenado a cadena perpetua por promover la revolución en Sudáfrica. No era la primera vez que lo encerraban, pero sí sería la última. Al morir su padre en la cárcel, empezará para Rosa un camino que le llevará a replantearse lo que realmente significa ser la hija de Burger. Los orígenes del partido comunista de Sudáfrica, las reuniones de blancos y negros en torno a la piscina familiar los domingos, la lucha antiapartheid... Todo lo que ella ha vivido, o conocido a través de su padre, se irá matizando gracias a su contacto con esporádicos amantes, amigos de la familia y paisajes de la memoria, hasta adquirir una nueva luz.

Lo estoy leyendo ahora. Literatura comprometida. Aquí tenéis la reseña de ABC.

RICHARD YATES: Las hermanas Grimes
Después de leer la magnífica Vía Revolucionaria, me apetece leer el otro libro publicado en castellano de Yates:

“Ninguna de las hermanas Grimes estaba destinada a ser feliz, y al
echar una mirada retrospectiva siempre da la impresión de que los problemas
comenzaron con el divorcio de sus padres". Así comienza esta magnífica novela,
que inspiró a Woody Allen para su película Hannah y sus hermanas, y que
próximamente será llevada al cine por Ellen Barkin con Naomi Watts como
protagonista. Sarah Grimes se casó por amor y se niega a divorciarse a
pesar de la desilusión que la invade. Emily, más independiente y liberada, salta
de un amante a otro, y así llega a encontrarse con 50 años, sola y sin amigos.
Ambientada en el Nueva York de la década del 30 a la del 70, al que llegan los
ecos de la Segunda Guerra Mundial y el psicoanálisis, Las hermanas Grimes narra
el viaje de la inocencia a la experiencia


RICHARD RUSSO: Puente de los suspiros
Leí la reseña y me pareció interesante
Lou C. Lynch, «Lucy» lleva toda su vida preguntándose por qué
Noona, su mejor amigo, se escapó a Venecia para no volver jamás. Ahora, a sus
sesenta años, con una vida tranquila y a punto de jubilarse, está decidido a
saber que pasó y emprende un largo viaje que le llevará a encontrar respuestas y
a descubrir la fragilidad de sus propias convicciones y, tal vez, de su propia
vida. El prestigioso Richard Russo, ganador del Premio Pulitzer, construye el
retrato de una comunidad donde se entremezclan fidelidad y ambición, compromiso
y traición.
Un lector comenta: “Libro que en principio parecía pesado y nada
prometedor, poco a poco va enganchando y te hace ver que la vida siempre tiene
sus partes buenas, malas, emocionantes, tristes y que todos tenemos nuestros
secretos, tanto las personas que nunca han salido de su ciudad de origen como
para las que recorren mundo continuamente . Este libro te demuestra que tu vida
puede estar llena de experiencias aunque no salgas en la vida de tu lugar de
origen.”
IRENE NEMIROVSKY: El maestro de almas
Me gustó mucho El baile.
Elogiada y admirada por su destreza para crear personajes
verosímiles, de rasgos profundamente humanos, Irène Némirovsky da prueba una vez
más de una incisiva caracterización psicológica en esta novela sobre el
desarraigo y la azarosa búsqueda de reconocimiento social.
Dario Asfar, un
joven médico originario de Crimea, llega a Niza acompañado de su mujer y de su
hijo recién nacido. Atormentado por las deudas, Dario lucha desesperadamente por
conseguir una clientela, pero su origen levantino sólo inspira desconfianza y
rechazo. La precaria situación de su familia lo empuja entonces a emprender el
único camino que se le ofrece para escapar de la miseria: aprovechándose del
creciente auge del psicoanálisis, Dario se transforma en terapeuta, una suerte
de charlatán dispuesto a ofrecer a los ricos burgueses el sosiego del alma y la
felicidad que tanto anhelan. Sin embargo, el éxito y la fortuna tan ansiados
tendrán para él consecuencias insospechadas.
El trazo ligero de Némirovsky
describe con implacable lucidez la figura del advenedizo en el París de la belle
époque, donde poderosos señores y elegantes mujeres de mundo conviven con una
corte de vividores, menesterosos y canallas que pululan por la ciudad,
conformando un mundo de mil caras fascinantes.

lunes, 11 de mayo de 2009

Yates: "Revolutionary Road"

Tenías razón, Luzma, sobre Revolutionary Road. Aquí teneís la opinión de JavierMarías:
Alfonso Sastre gusta de utilizar elementos fantasmagóricos para denunciar situaciones de la vida cotidiana relacionadas con la pobreza, la injusticia y la degradación de las personas. Otros escritores no necesitan echar mano del elemento fantástico para desvelar el horror a la vuelta de la esquina. Richard Yates es uno de ellos.
Tras la lectura de “Vía revolucionaria” (Emecé, 2003), se experimenta la misma y angustiosa sensación que produce un cuento gótico, pero sin monstruos y en un contexto de “sitcom” de primeros de los sesenta. Como si estuviéramos en un episodio de “Embrujada”: un matrimonio encantador, unos niños preciosos, los típicos vecinos cotillas, el jefe que viene a almorzar con su mujer, la suegra entrometida y la cuñada casquivana. Mientras la televisión ha ofrecido retratos amables e idealizados de su audiencia, en “Te quiero, Lucy”, “The honeymooners” o “La familia Munster”, teniendo que pasar varias décadas hasta el tímido realismo sucio de “Roseanne”, la sorna sociopolítica de los Simpsons o la práctica destrucción de la estructura familiar en la reciente “The king of the hill”, ejemplo de “contra-familia” siglo XXI, la literatura ha ido por delante de la cultura audiovisual a la hora de contar la evaporación del esquema social moderno.
Yates, extraordinario narrador de la insoportable soledad del norteamericano tras la Segunda Guerra Mundial y uno de los escritores más injustamente olvidados de esta literatura, es el primer testigo del lento y contundente desmoronamiento de la familia como núcleo fundamental de una sociedad superada por sus miedos y contradicciones. Las zonas residenciales, de hileras simétricas de idénticos chalets pintados en rosa, con barbacoa, jardín, televisión en color y un Buick Special en el garaje, y el hombre de los helados tocando la campana de su camión, esconden, en el mejor de los casos, terribles decepciones y mentiras, como los decorados de las ciudades falsas de “El show de Truman” o “Pleasantville”. En el peor, la muerte, real o metafórica de sus habitantes, el reverso tenebroso de las comedias, ya de por sí amargas, de Doris Day y Rock Hudson.
Richard Yates, perseguido por su propia biografía de hogares rotos, divorcios, tuberculosis y alcoholismo, refleja el primer estadio de la frustración de hombres y mujeres ante ese ideal imposible de Darren y la bruja Samantha, el “crack” ideológico y sentimental que Fitzgerald volcó en su “era del jazz” y que él ubica en la “era de la ansiedad”.
Los protagonistas de sus novelas y relatos son personajes abrumados por el peso de su responsabilidad e incapaces de hacer frente a su matrimonio (sin otro aliciente que el consumismo, la infidelidad y el alcohol) o a su trabajo, en el contexto de las grandes empresas con oficinas enormes, a medio camino de Dickens y “El apartamento” de Billy Wilder, en un mundo pre-Microsoft. Un universo doméstico visto por Yates desde la perspectiva de un entomólogo y un pesimista moral en la década de los cincuenta, donde la seguridad se buscaba con desesperación inútil, dentro del miedo a la bomba, a los comunistas y a no ser como uno había soñado por el cine y la propaganda. La familia se desintegra y las relaciones quedan abortadas.
Para Yates, los protagonistas no pueden salir de la trampa para insectos que el adosado y las relaciones de cóctel les imponen, un determinismo familiar que Sinclair Lewis calificaba como “lo torpe hecho dios”, y que comparten otros autores, como John Cheeve o John Updike. Si bien estos artistas aún buscaban entre el desencanto algún rastro de heroísmo o rebeldía, Yates directamente tira la toalla por todos.
En las generaciones de escritores norteamericanos más jóvenes, ubicados en el realismo sucio y la ironía posmoderna, esta posición moral de Yates sobre el individuo como ser aislado dentro de una familia terrible ya no existe: las tramas en las que se desenvuelven los personajes pegados a la televisión, como único destino vital, de Raymond Carver; los obreros derrotados de Andre Dubus, sobre cuyo relato “The killings” se rodó “In the bedroom”; las tristes aventuras de Tobias Wolff; el inverosímil pero hiperrealista universo de Don DeLillo (“Ruido de fondo”); la familia hecha pedazos de Rick Moody en “La tormenta de hielo”, y los relatos nihilistas de William Trevor, Joyce Carol Oates o Richard Ford son nuevos planteamientos de seres que no están abocados a un final infeliz por fuerza, desilusionados y deprimidos como en un cuadro de Hooper, sino que aquí el vacío y la indeterminación se han adueñado de sus vidas desde el principio y ni los anuncios de la pantalla de plasma ni el pack de latas de cerveza sirven de escape alucinado.
Esa familia heterosexual de cortinas estampadas y muebles de baquelita, que Yates disecciona, observa y juzga como un inevitable mal sueño, es ahora una quimera de la publicidad, un resquicio del pasado y un peso negativo para el crecimiento adulto, como sucede en los devastadores dramas de Lorrie Moore. Sin embargo, Yates, con estilo frío y de línea clara, consigue dejar una incómoda idea en la cabeza de sus lectores: “Si mi trabajo tiene un tema, creo que es uno bien simple: que la mayoría de los seres humanos están ineludiblemente solos y en ello reside su tragedia”.

domingo, 10 de mayo de 2009

El Lector

Como ya os comenté en una entrada anterior, la novela "El lector" de Schlink no me ha acabado de convencer. Reconozco que es amena, está bien escrita, y a muchos lectores les resultará conmovedora. Realmente no le sobra una palabra. Las críticas la califican de espléndida, maravillosa...Aquí tenéis un enlace con opiniones menos elogiosas.

http://www.elmundo.es/elmundo/hemeroteca/blogs/escorpion/2009/09.html

sábado, 9 de mayo de 2009

Trilogía Millenium

Un compañero y amigo, buen lector, opina que la trilogía Millenium es bastante mala. La primera novela "Los hombres que no amaban a las mujeres" considera que es aceptable (no recuerdo el adjetivo exacto), la segunda, "La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina", llena de tópicos, los malos muy malos (y encima uno de ellos, el padre de la heroína), los buenos, demasiado buenos, y además ésta última le parece una copia de una conocida película. No quiero desvelar más detalles porque espero que nos haga una visita por el Urzay y nos cuente todo ésto con sus propias palabras. En realidad creo que lleva mucha razón pero a mí me parece que en realidad éstos son en parte los méritos de la trilogía. Tampoco creo que aspire a más. Si una novela de denuncia social (que tiene también mucho de éso) consigue llegar a millones de lectores, entretener a la vez que enseñar, hacer pensar sobre algunos males de nuestra sociedad, creo que ya cumple muchos objetivos, por supuesto muy por encima de otros best seller que circulan por las librerías e hipermercados. Yo estoy deseando leer la tercera parte, espero que no tarde demasiado.Bueno, espero la visita y que la discusión nos dé mucho juego.

jueves, 7 de mayo de 2009

Artículo de Ñ revista de cultura. Philip Roth: Retrato del escritor indignado. http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2009/04/04/_-01889956.htm

A los 75 años, el autor de El lamento de Portnoy, que lo convirtió en una celebridad de las letras estadounidenses, vive en una antigua casa de madera en una colina en Connecticut. El novelista que supo ser un rey en Manhattan, rodeado de admiradores y adulones, se dedica aún a lo que ha llamado "terrible ambigüedad del yo". Habla de su reciente novela, Indignación, en la que narra los recuerdos inducidos por la morfina. Junto con esta nota, el enfoque de Luis Chitarroni sobre su obra.

Por: Robert McCrum


Era el último fin de semana del verano cuando viajé hasta el noroeste de Connecticut para reunirme con Philip Roth. La apartada casa de madera gris del novelista, construida en la época de la revolución, se encuentra sobre una colina, al final de un tranquilo camino rural, a varios kilómetros del pueblo más cercano.La alta figura que sale de entre los manzanos a saludarme lleva buzo y pantalón de jogging gris. Mi primera impresión es que Philip Roth se parece tanto a un juez de la Suprema Corte de licencia como a uno de los escritores más admirados del país.Según sus propias palabras al comienzo de El escritor fantasma, uno podía "empezar a comprender por qué esconderse a 400 metros de altura en las montañas con la única compañía de los pájaros y los árboles quizá no era tan mala idea para un escritor, judío o no... Pureza. Serenidad. Simplicidad. Aislamiento. Toda la concentración y la extravagancia y la originalidad reservadas para la vocación agotadora, enaltecida y trascendente". Como su personaje principal Zuckerman, Roth parece haber pensado: "Así es como voy a vivir".Caminamos por la fresca hierba hasta una especie de tienda de gasa con sillas en su interior donde Roth y sus invitados pueden disfrutar de la conversación a salvo de los insectos. Entrar a esta burbuja es como ingresar en el sector de puertas afuera de la mente del escritor."Empecemos a trabajar", dice Roth, recostándose en su reposera para indicar que la entrevista ha comenzado. Esto suena informal pero la verdad es que todas las conversaciones con el autor de El lamento de Portnoy están sumamente controladas: las preguntas deben enviarse por adelantado; la transcripción es luego revisada; todo bajo la mirada vigilante de agentes y publicistas.En la espesura de la literatura norteamericana, Philip Roth es una gran bestia tan fabulosa como el hipogrifo, rara vez avistada, nombrada con respeto y motivo de chismes disparatados y a veces indignados. Desde Portnoy, ha soportado el tipo de atención que podría llevar a alguien a buscar la soledad o a la paranoia: incesantes chistes autocríticos, una persistente lluvia de hostilidad y la mirada escrutadora y envidiosa de escritores menores. Ahora, cincuenta años después de comenzar a escribir, el autor de La contravida y Pastoral americana podría estar de acuerdo con Peter De Vries, quien observó sobre la vida literaria estadounidense que "uno sueña con la diosa Fama... y termina con la puta Publicidad".Esta casa de Connecticut representa al Roth íntimo y contemplativo. Su departamento de Nueva York auspicia algo más público. Allí, como ha escrito su biógrafa literaria Hermione Lee, "salir con Philip Roth en Manhattan es como salir con Luis XIV en Versalles: el rey está en su reino". El escritor mismo dice que su deseo de exposición se encuentra en algún punto intermedio entre la reclusión de J. D. Salinger y la auto-publicidad del último Norman Mailer.Oscilando entre lo público y lo privado, Roth es hoy una celebridad literaria tan grande como cualquiera de estos dos contemporáneos. Comparada con la de sus pares, y con la de casi cualquier escritor estadounidense de importancia, la producción de Roth es asombrosa para un hombre de más de 70 y con 29 libros en su haber. "Paso la mayor parte del día en mi estudio", dice. "Vuelvo a casa cada noche como volvería un obrero de la fábrica de ficción: 'Ya llegué, querida'". Salvo que ahora no hay ninguna "querida" en casa. Divorciado de su segunda mujer, Claire Bloom, en 1993, Roth vive totalmente solo.En otra época, vivía aquí todo el año pero, con la edad, los inviernos le resultan demasiado brutales. Pero, ya sea en la ciudad o en el campo, se apega al horario de trabajo que siempre ha observado, mañana, tarde y noche, 365 días al año.Ahora está más solo que nunca. "Todos mis amigos de por aquí han muerto", dice. "¿Richard Widmark? Dick murió hace dos meses. Arthur Miller murió; vivía a media hora de aquí. Y también Bill Styron." La muerte, señaló una vez W. H. Auden, es como el retumbar de truenos lejanos en un picnic. La lista de amigos de Roth le dice que el picnic está llegando a su fin, que la muerte anda rondando, esperando. "Parece colarse en un libro tras otro", expresa. "Creo que nadie salió vivo de mis últimos cinco libros.""Tengo 75 años, un número extraño," dice. "Es un extraño descubrimiento, para mí, al menos. Cuando uno es joven no va a un entierro cada seis meses."El lugar de Roth en las letras estadounidenses no es sólo una cuestión de antigüedad o productividad. La secuencia de novelas, hábiles exploraciones del pasado reciente de su país, que comenzó en 1997 cuando Roth promediaba los 60 –edad en que muchos escritores se contentarían con descansar en sus laureles– constituye un inusual retrato que ha sido aclamado por los críticos a ambos lados del Atlántico: Pastoral americana, elegía sobre la vida familiar estadounidense ambientada en la era de la guerra de Vietnam; su duro retrato de Eve Frame en Me casé con un comunista (1998); La mancha humana (2000); El animal moribundo (2001); La conjura contra América (2004); Everyman (2006) y finalmente su despedida de Zuckerman, Sale el espectro (2007).Y esto no es todo. Su último libro, Indignación, acaba de salir. Roth sabe que es corto, y posiblemente algo ligero. Con sus 230 páginas, Indignación narra los recuerdos, inducidos por la morfina, del joven Marcus Messner, un conscripto herido de muerte en la guerra de Corea. Messner morirá en las últimas páginas de la novela y no es claro en qué medida la evocación es póstuma o febrilmente imaginada al borde de la muerte.Con humor, Roth dice que el libro está entre una novela corta y, "una palabra peor", una novelita. "La editorial la llamó novela. Me dijeron que era mejor usar la palabra 'novela'." En reposo, la expresión de Roth puede ser severa, incluso intimidante. Cuando sonríe, todo se ilumina y, por un momento, el mundo parece un lugar más amable.En la literatura estadounidense, la "novela póstuma" es un recurso poco frecuente. Roth se apresura a reconocer que no es original y señala que Memorias póstumas de Bráz Cubas del escritor brasileño del siglo XIX Joaquim Maria Machado de Assis, emplea el mismo punto de vista narrativo. La verdad es que no es del todo exitoso, aunque la prosa parece intacta. Pero a Roth no le preocupa. "En el sueño que le produce la morfina, no sabe dónde está e imagina que está muerto... Si eso es ambiguo, también está bien."De todos modos, la verdadera preocupación de Roth en Indignación es explorar el mundo de un chico judío, nacido y criado en Newark en los 30 y los 40, un joven que huye de sus padres sobreprotectores para inscribirse en una facultad de artes liberales lejos de su casa y llegar a la mayoría de edad en los Estados Unidos de los 50, un joven curiosamente parecido, en su aspecto exterior, al mismo Roth.A esta altura los lectores asiduos del escritor exclamarán con un suspiro "¡Otra vez!" ¿Pero qué esperaban? El problema de Roth es que él es la persona más interesante que conoce y con total desenfado reconoce su extraordinaria singularidad. Roth, como dice Martin Amis, "es de alguna manera excesivamente único. Es él, él, él". Sentado aquí, bajo el sol de la tarde, instintivamente se presenta como un personaje, casi en tercera persona. "Soy como un viejo," dice, como si no estuviera del todo dispuesto a aceptar que pudiera serlo. Sus amigos confirman que no hay nadie tan competitivo consigo mismo como Roth. Del mismo modo, si hay alguien que ha glorificado a Philip Roth y su leyenda es él mismo. Lo que le interesa, escribe en Decepción, "es la terrible ambigüedad del 'yo', la forma en que un escritor hace de sí un mito y, en particular, por qué". Un lugar donde se podría comenzar es el de sus orígenes.Philip Roth nació en el seno de una familia de segunda generación de judíos, "antes de las medias con bombacha y la comida congelada", dice, en el año en que Hitler llegó al poder, 1933. Las sensibilidades de Roth siempre quedarán marcadas por los temas y el ritmo de la "década vil y deshonesta" en que nació, pero igualmente influyente fue su medio ambiente: una comunidad judía de clase media baja de Newark, Nueva Jersey, una ciudad suburbana.Después de sí mismo, su tema es la gran república herida. En Los hechos, escribió: "Cuesta imaginar que alguien inteligente que hubiera crecido en los Estados Unidos después de la Guerra de Vietnam pueda haber tenido, como los jóvenes adolescentes inmediatamente después de la victoria sobre el fascismo nazi y el militarismo japonés, nuestro inequívoco sentimiento de pertenecer al país más grande de la tierra". Hoy, contemplando los 50 desde una perspectiva post-Bush, refuta esto diciendo: "Nunca hubo una edad de oro". Sin embargo, es un momento de la historia estadounidense que domina la breve narración de Indignación.La Newark de la infancia de Roth era "aún mayormente blanca", pero ya estaba en decadencia, lo cual quizá podría explicar por qué sigue tan apegado a ella. Hoy la ciudad es casi totalmente negra, con un alcalde negro y las aflicciones ciudadanas de la criminalidad asociada a las drogas. Newark y su estilo de vida marcaron profundamente a Roth. Al escritor y a Paul Auster, también nacido allí, les gusta especular sobre la posibilidad de hacer una peregrinación literaria a sus raíces. Roth dice, medio en broma: "Tendríamos que ir acompañados de un policía. Es muy peligroso". Indignación comienza en Newark y exalta su vitalidad étnica con un atronador crescendo: "La Newark trabajadora, cruda, coimera, semi-xenófoba, irlandesa-italiana-alemana-eslava-judía-negra."En la vejez, le disgusta el extremismo urbano, pero de joven lo disfrutaba. Roth ha dicho de su experiencia adolescente que tenía que ver con "nuestra agresión, nuestro salir de casa para adentrarnos en Newark, de a tres o cuatro, vagar por las calles de noche, las chicas, ir tras una cita a un lugar de reunión llamado Syd's en la avenida Chancellor y contar nuestras historias sexuales... Apetito. Quizá esa sea la palabra. Eran los apetitos los que eran agresivos".En este invernadero verbal, frustrado y competitivo, el joven Roth incubó la voz desenfrenada y cómica que estallaría en la conciencia estadounidense con el "lamento" de Portnoy. El carácter judío de la vieja Newark también moldeó a Roth de otra manera. A través de las diferentes fases de su vida literaria, hay un hilo conductor que une a los personajes y que a muchos lectores les resulta intensamente atractivo. Quizá fue esta herencia psíquica la que lo llevó a jactarse de "mi buena suerte al haber nacido judío". "Es una experiencia complicada, interesante, moralmente exigente y muy singular," dice, "y eso me gusta."El típico protagonista de Roth, que aparece nuevamente en Indignación, es dolorosamente inteligente y sobreprotegido. Esteta instintivo, está dividido entre la mente y el cuerpo, el sexo y la razón, la familia y el yo, el deseo y el deber. Mártir de la neurastenia, esta angustiada figura es atormentada por mujeres imposibles (incluso locas), padres arrogantes y, lo peor de todo, una conciencia culpable. A través de los años, Roth ha sido criticado por las feministas y ahora rechaza la sugerencia de que hay cierta veta de locura en todas sus mujeres de ficción."Veamos," dice con ecuanimidad. "En Sale el espectro, no hay ninguna. Allí hay dos mujeres cuerdas. En Everyman, las mujeres son todas cuerdas. Hay una que está loca en Cuando ella era buena (1967) y otra en Mi vida como hombre (1974). Creo que, proporcionalmente a la población, tengo el número correcto de locas."Las novelas de Roth practican una brillante disección del enloquecido carrusel de las pasiones. En combinación con la química volátil de su temperamento, su judaísmo y una indefinible incomodidad de clase media baja frente a ese gran innombrable, las clases sociales estadounidenses, parecen haber engendrado bastante rabia, para usar un sinónimo menos elegante que "indignación". "Rabia", "venganza", "aspereza" son palabras que aparecen por todas partes en el paisaje de la obra de Roth. Ahora, quizá, promediando los 70, ha habido cierta dulcificación. La "indignación" de su nuevo libro quizá sea "la palabra más bella de la lengua inglesa", pero proviene del himno nacional chino. Como Marcus Messner, Roth tuvo en la escuela primaria profesores de izquierda que, además de canciones patrióticas, enseñaban a sus alumnos marciales cánticos de propaganda china.En la obra del novelista siempre hubo cierta seriedad moral. Pero entonces descubrió el costo de explorar su condición de judío y quizá esta sea una de las fuentes de aquella rabia. En abril de 1959, un cuento publicado en The New Yorker, "Defensor de la fe", ofendió a tal punto a algunos lectores judíos al sugerir que un soldado judío podía aprovechar las sensibilidades judías de un comandante judío para asegurarse un trato preferencial que intervino la Liga Anti-Difamación de B'nai B'rith.De repente "Philip Roth" era tema de habladurías en la sinagoga y motivo de discusión en los hogares. Durante gran parte de la década de 1960, se lo declaró traidor a su pueblo, se lo denostó y condenó por ser algo peor que un antisemita.Claro está que todo este alboroto tribal no fue nada comparado con el escándalo que suscitó El lamento de Portnoy, publicado a fines de los 60. La novela, que lo convirtió en una celebridad, es un libro icónico que cambió todo, lanzándolo de cabeza a un mundo de curiosidad pública banal. Esta novela disfrazada de confesión fue un best-seller instantáneo. Tomada por miles de lectores estadounidenses como una confesión disfrazada de novela, colocó a su autor en el centro de la escena. Allí está desde entonces.A mi insinuación de que quizá inconscientemente había buscado la indignación con El lamento de Portnoy, tras su experiencia con el complejo de persecución judeo-americano, responde: "No tengo ningún sentido del público, al menos cuando escribo. El público para el que escribo soy yo, y estoy tan ocupado tratando de dilucidar la maldita cosa y resolviendo el problema que lo último que pienso es: '¿Qué va a pensar X, Y o Z?'" Cualquiera fuera el motivo, no había retorno. "La literatura me metió en esto" dice su personaje Peter Tarnopol en La gran novela americana, "y la literatura me va a sacar".Tal vez escribir ficción literaria no fuera la ruta de escape ideal, pero era la que él conocía. La obra de Roth de comienzos de los 70 parecía revelar lo que un crítico tachó de "los peligros de una mente excesivamente literaria". Después de la comedia salvaje de El lamento de Portnoy, Roth experimentó con la sátira (La pandilla), la fantasía satírica (El pecho), las fantasías caóticas de La gran novela americana y el "prodigioso lío" de Mi vida como hombre. Finalmente, en su joven madurez, se instaló en la exploración del yo, a través de Tarnopol, Kepesh (El profesor del deseo) y posteriormente Zuckerman (El escritor fantasma y Zuckerman desencadenado). Este fue el período intermedio de la carrera de Roth, y coincidió con su relación con Claire Bloom, quien decidió desde un principio que quería "pasar la vida con este hombre notable".El profesor del deseo (1977) está dedicado a ella, y este fermento de media estación también produjo El escritor fantasma (1979), Zuckerman desencadenado (1981) y La contravida (1986), una de sus mejores y más originales novelas.Para entonces, la relación Roth-Bloom estaba tan firmemente establecida a ambos lados del Atlántico que el autor pasaba la mitad del año en Londres. La íntima conexión de Roth con Inglaterra queda reflejada en Decepción, novela narrada enteramente en diálogo, que imagina la aventura de un literato con una mujer de clase media inglesa. La cruda inmediatez de este relato, con su rothiana declaración de que "en mi imaginación soy infiel a todo el mundo", provocó una crisis con Bloom, quien en sus memorias escribe sobre este episodio: "Ya no me importaba un bledo si esas novias eran fantasías eróticas. Lo que me dejó sin habla fue que me pintara como una esposa celosa que es engañada una y otra vez. Ese retrato me resultó desagradable e insultante".Casi simultáneamente con esa ruptura, Roth sufrió un colapso nervioso (inducido por el Halcion que le habían recetado luego de una cirugía de rodilla) junto con un urgente anhelo de volver a su país. "Empecé a sentirme cada vez menos conectado con los Estados Unidos. Empecé a sentir que estaba perdiendo contacto con la vida estadounidense. Y en 1989 me di cuenta de que ya no podía hacer esto. Entonces volví. Fue un maravilloso regreso a casa porque redescubrí un viejo tema, que era este país, y comencé a escribir los libros sobre los Estados Unidos. Era la mejor de las situaciones. Encontré un tema nuevo que era un tema viejo que ya conocía."En 1993, se divorció de Claire Bloom e ingresó en la fase que culminó con Sale el espectro e Indignación. "Libertad, se llama," dice, cargando la frase de una alegría casi tangible. Ahora estaba a campo abierto. Podía ir y venir a gusto. Podía trabajar donde, como y cuando quisiera, leer cuanto le gustara y deleitarse en la exploración de sus muchos yos. ¿Lee a sus contemporáneos?, le pregunto."No, no los leo, y no es por principio. Es que ya no leo mucha ficción. Me gusta mucho más leer no ficción. Leo todas las noches. Releo. El mes pasado releí a Camus." También últimamente ha releído a Turgenev y Conrad.Lo que nos lleva a la relectura del mismo Roth. El lamento de Portnoy sigue siendo un tour de force desenfrenadamente gracioso pero es la obra de un hombre joven. Muchas novelas de la mediana edad de Roth, con su obsesión literaria por sí mismo, no soportan bien el paso del tiempo. Parecen artificiosas y algo carentes de humanidad. A esta altura del partido, quizá lo más que se puede decir es que todavía abriga una aspiración a la grandeza simple que, hasta ahora, parece habérsele escapado entre los dedos.La prosa de Roth es famosa por desplegar el artificio del no artificio. En la página, logra una voz que es sencilla, natural y cercana a los ritmos cotidianos del habla. A lo largo de su obra, muestra una profunda admiración por dos escritores ingleses, Shakespeare y George Orwell. Creo que la claridad de Roth deriva en parte de Orwell, cuyos grandes libros, Rebelión en la granja y 1984, se publicaron en los años 40, una etapa impresionable de la adolescencia de Roth.Pero cuando trato de acercarme a este hombre quisquilloso y solitario a través de sus libros las dificultades se multiplican. Las vidas que aparecen en sus novelas, sobrecargadas con "la terrible ambigüedad del 'yo'", carecen de la simplicidad de la prosa. Flotan, en cambio, en una tierra de nadie entre la imaginación y la realidad. Esto se debe a que el autor mismo es escurridizo e indiferente y está a la defensiva frente a los vulgares esfuerzos por ubicarlo. Como muchos escritores cómicos, parece perturbado, en particular por las atenciones del mundo exterior. Prefiere su solitaria reclusión y su biblioteca.Al entrar al mundo de Roth, uno ingresa en una sala de espejos. Su crítica preferida, Hermione Lee, lo explica así: "Vidas en historias, historias en vidas: ese es el nombre del doble juego de Roth". Las travesuras, si eso es lo que son, no terminan allí. La artificiosa "autobiografía de un novelista" escrita por Roth, Los hechos, comienza con una carta a Nathan Zuckerman, su más famoso alter ego, en la que pide su veredicto sobre el libro, y termina con la "respuesta" de Zuckerman: "Estimado Roth, he leído el manuscrito dos veces. Aquí tiene la sinceridad que me pidió: No lo publique".A Roth le molesta que le pregunten sobre sus muchos alter egos. Habla con desdén de los críticos que quedan entrampados en el alambre de púas de la tierra de nadie rothiana: "¿Soy Roth o Zuckerman? Escribo ficción y me dicen que es autobiografía; escribo autobiografía y me dicen que es ficción. Así que, como soy tan obtuso y ellos tan vivos, que decidan qué es o no es".Lo que un crítico diga ahora no hará mella en Roth. No se molesta en leer reseñas. "Trato de leer tan pocas como puedo. No es muy gratificante, salvo en muy pocos casos, y depende de quién la haya escrito."Novela corta o cuento largo, Indignación contiene material reciclado de libros anteriores. Pero, si bien hay indicios de cierta disminución de sus aptitudes, también hay un nuevo foco de atención: un yo que reconoce la cercanía del fin y otro que mira hacia el comienzo. Además de reflexionar sobre la mortalidad, Indignación habla de la llegada de un joven a la mayoría de edad.¿No se sintió tentado, pregunto, de escribir una comedia para alejar las frías sombras de la mortalidad? "Me encantaría hacerlo, pero... creo que ya no sé cómo ser cómico."Indignación refuta esta afirmación. Hay un episodio cómico en el centro de la narración en que la novia de Marcus Messner le practica sexo oral. "Lo que quería hacer en este libro," explica, "es pintar costumbres sexuales que han desaparecido a través de este pequeño incidente".Cuando Roth publicó El animal moribundo (2001), le pregunté sobre su siguiente libro y contestó: "Espero que me lleve el resto de la vida. Ya no soporto empezar de cero". Pero la experiencia de la vida real contradice las imaginativas esperanzas del escritor. Acaba de terminar otro libro sobre otro tipo de muerte, un suicidio. Insiste en que este "no tiene valor terapéutico. Sólo me resulta un tema interesante. Quería ver si podía llevar a un personaje hasta el punto en que... Estoy tratando de volver loco a alguien," resume cortante.La cinta se termina. Se acabó el tiempo. Caminamos bajo una cúpula de viejos robles hacia el estudio de Roth. El interior es espartano. Hay dos escritorios –uno para escribir y otro para "los asuntos comerciales"–, una radio y un atril, donde Roth, que tiene problemas de columna, trabaja de pie.Cuando concluye nuestra recorrida, me firma un ejemplar de Indignación y nos despedimos. El hombre viejo y gris camina lentamente bajo los árboles hacia su estudio para su inevitable cita con su mesa de trabajo, un escritor feliz de estar solo con sus muchos yos, agotada toda pasión.
(c) The Observer Y Clarín TRAD.: Elisa Carnelli

TONI MORRISON: UNA BENDICION

Será el siguiente, en cuanto me lo traigan de la biblioteca. ¿Os apetecería leer a esta escritora afroamericana, Nobel en 1993?

RESEÑA
Una Bendición cuenta la historia de Florens, una esclava, a través de lo que ella misma escribe. Florens se ha enamorado y es rechazada. Florens es esclava del amor, peor esclavitud que la que le niega la libertad. La crítica compara la novala de Morrison con Del amor y otros demonios de Gª Marquez.
Comienza así:

No temas. Mi relato no puede hacerte daño a pesar de lo que he hecho y te prometo que yaceré tranquilamente en la oscuridad, tal vez llorando o en ocasiones viendo una vez más la sangre, pero nunca volveré a estirar mis extremidades para levantarme y enseñar los dientes. Te lo explico.
Si quieres, puedes considerar lo que te cuento como una confesión, pero llena de curiosidades habituales solo en los sueños y en esos momentos en los que el vapor de una tetera adopta la forma del perfil de un perro. O cuando un muñeco de farfolla sentado en un estante aparece de pronto despachurrado en un rincón de la sala y el malévolo motivo por el que está ahí resulta evidente. Cosas más extrañas suceden continuamente en todas partes. Lo sabes. Sé que lo sabes. Un interrogante: ¿quién es
responsable?
Otro: ¿sabes interpretar? Si una pava real se niega a empollar, me apresuro a interpretarlo y, con toda seguridad, esa noche veo a minha mãe en pie y con su hijito de la mano, mis zapatos metidos en el bolsillo del delantal. Otros signos requieren más tiempo para comprenderlos. A menudo hay demasiados signos, o un brillante augurio se nubla con demasiada rapidez.
Los clasifico todos e intento recordar, pero sé que es mucho lo que pierdo, como no interpretar a la culebra que repta hasta el umbral de la puerta para morir. Deja que comience por lo que sé con seguridad.
En el comienzo están los zapatos. De niña no soporto ir descalza y siempre pido por favor unos zapatos, no importa de quién sean, incluso en los días más calurosos. Mi madre, a minha mãe, frunce el ceño, le enoja lo que considera mi tendencia a emperifollarme. Solo las malas mujeres usan zapatos de tacón alto. Me dice que soy peligrosa y alocada, pero cede y permite que me calce los zapatos desechados en la casa de la senhora, puntiagudos, con un tacón roto y el otro desgastado y una hebilla
en el empeine. El resultado, según Lina, es que mis pies son inútiles, siempre serán demasiado delicados para la vida y jamás tendrán las fuertes plantas, más duras que el cuero, que la vida requiere. Lina tiene razón. Florens, me dice, estamos en 1690. ¿Quién más en estos tiempos tiene las manos de esclava y los pies de dama portuguesa? Así pues, cuando parto en tu busca, ella y la señora me dan las botas del señor, apropiadas para un hombre pero no para una chica. Las rellenan con heno y cascabillo grasiento y me dicen que esconda la carta dentro de la media, aunque me pique el lacre. Sé leer, pero no leo lo que la señora escribe y lo que Lina y Dolor no pueden leer. Sin embargo, sé lo que he de decir a cualquiera que me detenga.

miércoles, 6 de mayo de 2009

J.C. Ballard: Crash

He empezado este libro, en el que se basa la película Crash, de David Cronenberg. De momento voy poco más que la introducción, escrita por el propio autor. Este define la novela como "ciencia-ficción pornográfica". ¿Se os hubiera ocurrido algo parecido viendo la película? Os contaré más según vaya avanzando.
(Estoy leyendo la reseña de la película y me parece que me estoy equivocando de película. ¿Cómo se titulaba la película en la que el policia acosa a la mujer negra que iba en el coche y al final la acaba salvando del incendio?: Solucionado, hay dos Crash, una de 1996, basada en el libro, y la otra de 2004.)

RESEÑA DE LA FNAC
Aterrorizado y subyugado a la vez, el narrador es arrastrado vertiginosamente a un clímax siniestro: una perturbadora visión del futuro donde el sexo y la tecnología consuman un matrimonio de pesadilla. Violenta y aterradora, pero siempre fiel a sí misma, Crash es sobre todo una novela admonitoria, «una advertencia contra ese dominio de fulgores estridentes, erótico y brutal, que nos hace señas llamándonos cada vez con mayor persuasión desde las orillas del paisaje tecnológico».
Hito indiscutible del género, a caballo entre el delirio y la lucidez, "Crash" constituye, sin duda, la obra más polémica y brillante de Ballard. Espléndida reflexión acerca de la relación (a priori imposible) que puede existir entre la tecnología y el erotismo, la novela está magníficamente pensada y ejecutada. No queda más remedio que quitarse al sombrero ante un escritor que sigue demostrando, a golpe de provocación y enorme talento, su destreza para sacudir la mente de cualquier lector.

Philip Roth: Indignación

Leed el comentario de Portnoy. A él le ha recordado a La montaña mágica. A mí, a On Chesil Beach: los efectos que provocan nuestras elecciones, la indignación... (Esta tarde Cristina y yo la hemos experimentado. ¡Cómo me he identificado con Messner! Ya os contaremos en la cena.)

martes, 5 de mayo de 2009

Mary McCarthy, El grupo

OPINIONES SOBRE EL LIBRO
De litlove.wordpress.com:
The Group follows the fortunes of eight Vassar graduates in the years between 1933 and 1940. It is essentially a slice of women’s social history as each of the friends carves out a post-collegiate life for herself, tackling or being confronted with the sexual, social and political issues of the times. The timid mouse of the group allows herself to be seduced by a man she knows is ‘no good’, the most extrovert member marries a clever, artistic but damaging man, and the struggle of their marriage seems destined to break them both, another uses every feminine wile at her disposal to work her way into a career in publishing, the most ‘colourless’ personality in the group submits to her doctor husband’s ‘experimental’ approach to breast-feeding a baby. I have to say I found this all completely and utterly fascinating. McCarthy has an eye parallel to Balzac’s for taking the material surroundings of a life and conjuring up reams of cleverly implied significance out of them. The level of description in this book is amazing; I felt I had been transported back to America in the 30s, and could see so clearly in my mind’s eye all the different kinds of houses and rented rooms that her protagonists inhabit. I felt I lived with her characters for a while, and for all that they may have been silly, or shallow, or conflicted, or class-bound on occasion, McCarthy breathes such vitality, such intense longing into each of them, that they had my unreserved sympathy and engagement.

I suppose one of the greatest strengths for me in this novel was the way that McCarthy depicted her young women just at the point where they felt their lives were really beginning. The novel is infused from start to finish with the authentic taste of women taking that first, huge, bite out of life…. and then discovering they have bitten off more than they can chew. There’s a certain vividness to the situations they find themselves in, a real avidity that enlivens their desires and their torments, that speaks of the energy of youth, unleashed on an unsuspecting world, impatient to make things happen, and stricken with a stubborn confusion when it all goes wrong. There’s a fascinating subtext running all the way through, questioning the usefulness of educating women when the life ahead is still devoted to domesticity. Although Vassar is what joins them, it is only ever evoked as a distant citadel, a place of illusory comfort, compared to the school of hard knocks they now find themselves in. In an age where women were still supposed to be submissive to their husbands, and where in fact, as some of the more shocking scenes in the novel show, men had the power to destroy a woman’s life, where a man could still commit his wife to a mental institution after a domestic argument, then it must have seemed an oddly ineffectual privilege to give them.

I was also deeply intrigued by the representation of parents in this novel, a representation which was fundamentally kind and loving, but which portrayed with great subtlety an altogether different generation. One that had made its peace with the world, having suffered its own crises of war, economic disaster and the quotidian disappointments of life, but that had emerged from the violent learning curve of early adulthood and was now prepared to support their own young along a depressingly similar journey. What I loved so much about this novel was purely and simply the quality of the writing. I know I’ve spoken before about a certain ‘American’ tendency towards character portraits at the expense of plot. This novel is entirely in the same model, and yet the witty brilliance of McCarthy’s writing, and the spotlit clarity of her characterisation, and the warmth and energy that power the narrative kept me enthralled. Who could fail to be charmed by Helena’s party piece speech on her mother’s eccentric trait of being ‘morally offended by impure English.’

‘ “Like what?” encouraged Kay. “Dangling modifiers. Improper propositions. ‘Aggravating’ to mean ‘annoying,’ ‘demean’ to mean ‘lower,’ ‘sinister.’” “’Sinister’?” echoed the publisher’s reader. “Mother says it only means left-handed or done with the left hand. If you tell her a person is sinister, all she will infer, she says, is that he’s left-handed. A deed, she allows, may be sinister, if it’s done sidewise or ‘under the robe’ or ‘on the wrong side of the blanket.’” “I never heard that!” cried Pokey, as if indignant. The group around Helena had grown larger and was forming into a circle. “’Infer,’ ‘imply,’” prompted Libby, eager to be heard. “Ummhum,” said Helena. “But that’s too commonplace to be under Mother’s special protection.”’

Or there’s the father of Polly Andrews who lost all his money in the Depression and followed it up with a nervous breakdown. He comes to live with his daughter for a while, and enjoys being caught up in the swirl of international politics, engaging himself with joyful abandon to the Trotskyite cause. Polly, we are told, ‘did not approve of revolutions, unless they were absolutely necessary, and she thought it peculiar, to say the least, that her father and his friends were eager to make revolutions in democratic countries like France and the United states instead of concentrating on Hitler and Mussolini, who ought to be overthrown. Of course, as her father said, it was pretty hopeless to make a revolution against Hitler for the time being, since the workers’ parties had all been suppressed; still, it seemed rather unfair to penalize Roosevelt and Blum for not being Hitler. Fair play, replied her father, was a bourgeois concept and did not apply against the class enemy. Polly would have been horrified to hear her parent talk this way if she had thought he believed what he was saying.’

I just love the supply grace of McCarthy’s prose, and her effortlessly entertaining mix of social satire, painfully sharp insight and youthful naivety. She amply provides the kind of narrative I cannot resist, one that presents a whole and complete world, rich in detail, provocative in its blindness and its intuitions, intelligent and disarming and wonderfully funny. It makes me wish I could borrow McCarthy’s eyes in order to view the contemporary world with the same kind of detached, comprehending and compassionate perspective. There aren’t many authors whose entire oeuvre I’d like to read, but McCarthy’s name is near the top of that list, and The Group is justly lauded as one of the great novels of its time.

El lector

Reproduzco el artículo de Carlos Franz sobre el lector, que figura en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes:
Bernhard Schlink, hipócrita lector…
¿Comprender el crimen, significa empezar a perdonarlo? ¿Castigar lo que no entendemos completamente, nos convierte en verdugos? ¿El novelista que intenta entender, en lugar de denunciar, se hace cómplice del escándalo? Y qué hay del «hipócrita lector», como lo llamó Baudelaire, «mi semejante, mi hermano»... ¿Cómplice, también?
Esas son algunas de las preguntas que nos formula la espléndida novela El Lector, de Bernhard Schlink. Acaba de terminar la segunda guerra mundial. Michael Berg tiene 15 años y vive en una ciudad alemana cualquiera. Una tarde, volviendo del colegio, el muchacho se siente mal y vomita en la calle. Una mujer madura y atractiva lo auxilia. Se llama Hanna y tiene 36 años. Comienzan una relación erótica. Ella lo baña, lo seca, lo cabalga, lo inicia en las ficciones del deseo. Hanna trabaja como cobradora de tranvía. Es simple, vive en el puro presente y no le gusta hablar. Tal vez para callar al muchacho que hace demasiadas preguntas, le pide que lea. Michael parte con lo único que tiene, le lee sus textos de estudio: Schiller, Goethe. Luego, entusiasmada, ella le pide más. Michael inicia a su amante madura en el deseo de las ficciones. Se internan en Dickens, en Tolstoi. Durante casi un año «mantuvimos nuestro ritual de ducha, lectura, amor y reposo. Le leí Guerra y Paz...». El muchacho se enamora cada vez más. Roba un camisón de seda para ella, padece los incomprensibles silencios de la mujer. Y los llena leyéndole, leyéndole... Hacen un viaje de verano en bicicletas. Luego, de pronto, sin ningún aviso, Hanna lo deja, desaparece. Y Michael, terriblemente desilusionado, crece. Crece afectado de «aquella combinación de cinismo y sensibilidad» que, quizás, sea la marca ambivalente de la generación alemana de posguerra.
Siete años después, Michael es un fervoroso estudiante de derecho. Un joven inocente que culpa a toda la Alemania de sus padres por haberle heredado un pasado inexcusable. Fervoroso e inocente, asiste a un juicio contra criminales de guerra. Hay cinco mujeres acusadas por la muerte de varias prisioneras en el campo de concentración del que eran guardianas. Entre ellas, Michael reconoce a Hanna... Y reconoce el dilema que en adelante dividirá su vida. Entre el deseo de castigar la ignominia colectiva, añadida a la traición amorosa que le hizo ella; y por otro lado: el verdadero amor que, como el auténtico mal, es en el fondo irremediable.
Como novela política, El lector constituye una excepción dentro del género. Los narradores políticos -todavía a fines del milenio- suelen preferirse épicos y apostar al héroe. En cambio, el narrador artista lleva un siglo por lo menos arriesgando su buena conciencia y atreviéndose a tomar ese punto de vista prima facie inmoral: el del antihéroe. Arriesgándose también, el hipócrita lector (usted, lector) se ha acostumbrado ya a descubrirse, a re-conocerse, en «el malo». Hemos comprendido (es decir, hemos ampliado los límites de nuestra experiencia moral para abarcar...) al Raskólnikov de Crimen y Castigo, al Kurtz de Corazón de Tinieblas, o al Mersault de El extranjero. Leyendo esos libros todos le hemos tomado alguna vez el peso al hacha del verdugo.
Una zozobra ética de esta especie es, precisamente, el ejercicio que El Lector propone a sus lectores. Una agonía moral inusitada en la novela política contemporánea: «Quería comprender y al mismo tiempo condenar el crimen de Hanna. Pero su crimen era demasiado terrible. Cuando intentaba comprenderlo tenía la sensación de no estar condenándolo como se merecía. Cuando lo condenaba como se merecía, no quedaba espacio para la comprensión».
Leído en las sociedades latinoamericanas de fin de milenio y posguerra-sucia, este libro deja lecciones insoslayables. En una novela sobre erotismo y política, Schlink jamás incurre en las pornografías propias de esos dos temas. Jamás pormenoriza un acto sexual. Y nunca excusa a un partido. No sólo eso, Schlink escoge deliberadamente un punto de vista que nos implica: el del lector (en una novela llamada «El lector», todos venimos a ser protagonistas). Y desde allí nos conduce inexorablemente a comprender al verdugo. Mostrándonos en él al débil, al analfabeto, aquel para el cual el mundo es un enigma violento al que sólo puede responder con la violencia de un animal ciego.
Pero hace Bernhard Schlink algo más, algo por lo cual esta novela política y moral es de una especie extraordinaria. Nos lleva hábilmente a comprender cómo se puede amar a la guardiana, amar al «malo». Y que en tal caso no hay manera de escoger honestamente entre ese amor y nuestro deseo de justicia. Como ocurre con los grandes libros, no es sólo nuestra inteligencia e imaginación la que es puesta a prueba, es nuestra tolerancia, nuestra cultura (cultura como sinónimo de humanidad).
Llegamos a este libro premunidos de nuestras bárbaras certezas. Y lo dejamos, civilizados por la duda.
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Marta, a mi me ha gustado mucho, tanto cómo está escrito como la cuestións que plantea, que creo que es basicamente el dilema, ante un acto violento, entre comprensión y condena.
A menudo las personas que intentan "comprender" por qué se producen los actos violentos son acusadas de no condenar, de justificar estos actos. Por relacionar, y ya que estamos leyendo El grupo, la íntima amiga de Mary McCarthy, Hanna Arendt, fue muy criticada cuando publicó su Eichmann en Jerusalen, su crónica sobre el juicio al nazi Eichmann, en el que fue condenado a muerte.
Arendt analizaba por un lado el papel de los consejos judios en el genocidio:
Eichmann había exigido la «cooperación» de los judíos y la había obtenido en «una medida realmente sorprendente». De camino a la muerte, los judíos habrían visto a pocos alemanes. Los miembros de los consejos judíos habrían obtenido de los nazis un «enorme poder sobre la vida y la muerte», «hasta que fueron deportados ellos mismos». Así, por ejemplo, las listas de transporte en el campo de concentracion de Theresienstadt fueron realizadas por el consejo judío. «Este papel de los dirigentes judíos en la destrucción de su propio pueblo es para los judíos sin duda el capítulo más negro en su negra historia.»

Además, Arendt habla de la "banalidad del mal":

La expresión que Arendt empleó para referirse a Eichmann, «la banalidad del mal», fue muy discutida y acabó siendo una expresión hecha: "Fue como si en aquellos últimos minutos Eichmann resumiera la lección que su larga carrera de maldad nos ha enseñado, la lección de la terrible banalidad del mal, ante la que las palabras y el pensamiento se sienten impotentes."
Alrededor de la obra hubo violentas controversias. Sobre todo, la expresión «banalidad» en relación a un asesino en masa fue atacada desde diferentes frentes.
En su introducción a la edición alemana de 1964, Arendt aclara la expresión: «[...] en el informe sólo se expresa la posible banalidad de la maldad a nivel de lo ocurrido realmente, como un fenómeno que sería posible pasar por alto. Eichman no era [...] Macbeth
[...] A excepción de una diligencia poco común por hacer todo aquello que pudiese ayudarle a prosperar, no tenía absolutamente ningún motivo.» Nunca habría asesinado a un superior. No era tonto, sino «simplemente irreflexivo». Esto le habría predestinado para convertirse en uno de los mayores criminales de su época. Esto es «banal», quizás incluso «cómico». No se le puede encontrar profundidades demoníacas, por mucha voluntad que se le ponga. Aun así, no es ordinario. «Que un tal alejamiento de la realidad e irreflexión en uno, puedan generar más desgracias que toda la maldad intrínseca del ser humano junta, eso era de hecho la lección que se podía aprender en Jerusalén. Pero era una lección, ni una aclaración del fenómeno ni una teoría sobre él.»
En una carta a Mary McCarthy, Arendt comenta: «[...] la expresión "banalidad del mal" como tal está en contraposición a la "maldad radical" que empleé en el libro sobre el totalitarismo.»

El tipo de crimen, según Arendt, no era fácilmente clasificable. Lo que ocurrió en
Auschwitz no ha tenido ejemplos anteriores. La expresión proveniente del imperialismo inglés, «asesinato en masa administrativo», se le ajusta mejor que «genocidio».

¿No te parece aplicable lo que dice Arentd de Eichmann a Hanna? Bueno Marta, otro interesante tema para debatir en la próxima cena

lunes, 4 de mayo de 2009

Intenso fin de semana

JOSEPH SMITH: "EL LOBO"

RESEÑA

Los últimos días de vida de un lobo. Una refexión moral sobre los tiempos que corren.En un paisaje invernal inhóspito, un lobo está hambriento. Es un depredador feroz y, viendo la naturaleza a través de sus ojos, sabrás cómo se siente la nieve entre sus patas, la textura de la carne entre sus dientes y el sabor de la sangre en su boca. Pero la dureza del invierno empieza a ser un desafío a su supremacía y a su entendimiento de sí mismo. Y cuando el lobo se encuentre con un depredador tan hambriento como él —un competidor al cual debería matar— lo duda. En vez, se embarca en un viaje extraño que le demuestra que, antes de poder enfrentar su propia mortalidad, debe enfrentar su propia naturaleza. El lobo es una novela singular que embarca al lector en una travesía inolvidable por un paisaje desolador y lo obliga a ver el mundo a través de los ojos de un cazador, con todo su salvajismo, terror y magia.Una historia breve pero de gran intensidad, relacionada con la espiritualidad de la naturaleza. Una novela corta e intensa con un estilo propio, creíble, valiente y original.

Joseph Smith, pese a haber estudiado filosofía, se niega, con ceremoniosa seriedad, a asumir la trascendencia que parece tener su primera y breve novela. "Mi intención es entretener", dice el autor consternado ante la posibilidad de que su novela sea leída como una fábula sobre los hábitos predatorios de los tiempos que corren. La crítica británica ha saludado con salvas a este londinense de 29 años, cuyo libro fue una de las presas más codiciadas en la pasada feria de Fráncfort.En poco más de 100 páginas, Smith se pone bajo la piel del lobo en primera persona para hacerse las preguntas básicas de todo buen tratado humanístico: ¿qué soy? ¿de dónde vengo? ¿adónde voy? "Es cierto que mi formación tiene que ver con el estudio de la percepción y el conocimiento y esto ha impregnado el libro, pero no he querido hacer un manual de filosofía. Primero imaginé la escena final con toda su dureza y lo que hice sencillamente fue rebobinar ese relato para explicar qué es lo que había llevado hasta ese momento a esa situación".


Aunque el punto de partida poco tenga que ver con la realidad --nada nos indica que los lobos piensen y menos filosofen-- sorprende cómo Smith es capaz de recrear con minuciosidad la vida cotidiana del animal. "Yo soy un urbanita, nací y vivo en Londres, y creo que mi primer contacto real con la naturaleza fue en la Universidad de Durham, al norte de Londres. Más allá de eso, lo que quería era mostrar las reacciones viscerales del lobo como una forma de conectar con los sentimientos más primarios".


COMENTARIO


Está bien escrito, es original, me gusta cómo recrea la vida cotidiana del animal. Pero no sé, no estaba yo en el "momento-lobo". Me resultan difíciles de valorar este tipo de fábulas; no es mi género favorito.




CATHERINE O´FLYNN: "LO QUE PERDIMOS"

RESEÑA

Tras las puertas de cristal del centro comercial Green Oaks, en Birmingham, se esconden los anhelos de cientos de personas. Una noche, un guardia capta a través de las cámaras la imagen de Kate Meaney, una niña solitaria y perspicaz desaparecida hace 20 años. Kate solía deambular por el centro mientras jugaba a ser detective e imaginaba los oscuros secretos de clientes y trabajadores, con la única compañía de su mono de peluche Mickey. Contiene una intriga detectivesca y una historia de fantasmas, pero es, por encima de todo, una novela sobre la amistad, la infancia y la búsqueda de la felicidad. Con incisivo sentido del humor y gran empatía, Catherine O’Flynn convierte un centro comercial en un microcosmos que refleja el mundo en que vivimos, o, quizás, en el que estamos atrapados.
Novela con historia. Fue rechazada por 20 editoriales y agencias literarias. La autora no cejó en su empeño y finalmente fue publicada por una pequeña editorial, cosechando un gran éxito de crítica y público. Ganadora del Costa Award, el Galaxy British Book Award y el Jelf Group Award, y finalista del Booker Prize, el Orange Prize, el Guardian First Book Award, el Commonwealth Writers Prize y el South Bank Literature Award.


COMENTARIO

Está muy bien. La primera parte me gustó menos, pero la segunda me ha encantado: la trama está muy lograda, los personajes... Muy recomendable.


MIRANDA JULY: NADIE ES MÁS DE AQUÍ QUE TÚ

RESEÑA

Una chica da clases de natación a un grupo de gente mayor sin más agua que la de una palangana; una pareja debe fingir ternura mientras actúa como figurante en un rodaje y se da cuenta de que su amor ha terminado; una mujer se elimina una marca de nacimiento y desde entonces se siente terriblemente vacía.

Miranda July retrata en estos dieciséis relatos a personas aparentemente ordinarias con vidas extraordinarias. En un simple instante, la monotonía cotidiana se rompe en mil pedazos y algo completamente inesperado reconfigura el mundo, abriendo nuevas e infinitas posibilidades. Con un humor teñido de un personal erotismo, July nos regala una mirada única al amor moderno y descubre la extraña lógica que gobierna nuestras vidas.

Directora de cine y artista de performances, July se revela en su primer libro como uno de los mayores talentos de la nueva generación de escritores norteamericanos. Pocas veces los cuentos ven refrendada su calidad en cantidad de lectores, pero Alemania, Estados Unidos, Inglaterra, Italia y Francia, entre otros muchos países, ya se han rendido a esta sorprendente autora, capaz de crear un vínculo único con el lector: «La pura y exquisita honestidad de la voz de July hará que los lectores se sientan comprendidos», Los Angeles Times.

COMENTARIO

Muy en la linea de Carver: recomendable. Pero me gustan más Carver y el ¿sueco? que me dejaste, Marta. Los personajes y las situaciones en estos relatos me resultan mucho menos creibles.



JOYCE CAROL OATES: MAMÁ

RESEÑA

«Ésta es la historia de cuánto echo en falta a mi madre.Algún día, de una forma única, será también tu historia.»

A sus treinta y un años, Nikki Eaton ha alcanzado la liberación sexual y la independencia económica. Nunca se ha visto a sí misma como «hija», sin embargo, la inesperada muerte de su madre la llevará a una intensa transformación personal. A lo largo de un año crucial se verá inmersa en la pena, pero también en la sabiduría, e incluso en un amor repentino y providencial.La “gran novelista norteamericana”, autora de La hija del sepulturero, vuelve a deslumbrarnos con Mamá, su novela más conmovedora.

«Leer a Oates es como transitar por un campo de minas emocional, para volver a la tranquilidad y sacudir la cabeza ante tamañas lucidez y revelación.» The Washington Post Book World

«Una autora audaz... con su valeroso corazón y su increíblemente fastuosa capacidad imaginativa.» Los Angeles Times

“Entre el realismo de Steinbeck y la eficacia narrativa de Grisham... No hay tema que sea ajeno a la voracidad de Joyce Carol Oates, a su habilidad narrativa, al ritmo que sabe imprimir a cada relato.” La Vanguardia“

Inagotable y extraña… Emocionante y turbadora.” El País
«El dominio de Oates del crimen, la violencia y de los elementos que permanecen enterrados durante mucho tiempo es innegable, pero Mamá es en realidad más perturbadora en su implacable y minucioso retrato de la clase media.» The New York Times«Oates es al tiempo erótica y analítica... Esta precisión casi alucinógena contribuye a una explicación por completo apasionante y evocadora del dolor seguida, finalmente, por un renovado abrazo a la vida.» Booklist

«Un excelente libro para leer en busca de comprensión, pero no de olvido.» Dallas Morning News

«Cautivadora, intensa y única en su visión y su fortaleza.» SCOTT TUROW

«Su incomparable prosa y su habilidad para mover a la reflexión a medida que va reinventando nuevos géneros son únicas... Pocos escritores son capaces de contar una historia con tanta convicción y entretenimiento.» Scotland on Sunday

«Su inagotable capacidad para narrar los tiempos que vivimos es notable.» Sunday Telegraph«

Oates evoluciona sin descanso como artista, explorando continuamente nuevos aspectos de la vida americana... Sólo nos queda rendirnos ante la todopoderosa fuerza de sus virtudes.» The New York Review of Books

COMENTARIO

Muy bueno, aunque la estructura es la mismísima que la de "A media luz".





PHILIP ROTH: INDIGNACIÓN

RESEÑA

Una poderosa aportación acerca del impacto de la historia y la represión en la vida de un individuo vulnerable. La nueva novela de Philip Roth. Lejos de las narrativas obsesionadas con la vejez y la experiencia de sus últimos libros, la vigésimo novena novela de Roth cuenta la historia de la educación de un joven judío, hijo único de una familia de carniceros kosher del Newark de la década de 1950. Tentado por las oportunidades que le depara el futuro y asfxiado por las estrambóticas restricciones de un padre excesivamente aprensivo, decide trasladarse a una universidad luterana de Ohio, donde deberá enfrentarse al antisemitismo, a la represión sexual y a la amenaza que plantea sobre los jóvenes del país la necesidad de reclutas para la guerra de Corea. Una historia íntima de inexperiencia, imprudencias, resistencia intelectual, descubrimientos sexuales, coraje y terror.



COMENTARIO

Todavía no la he acabado, pero me está pareciendo excelente. Genial cuando Roth te descubre la verdadera condición en que se encuentra su protagonista y desde donde nos narra sus vivencias. Ampliaré el comentario cuando al acabe.



CLASIFICACIÓN:

1ª: Indignación

2ª: Mamá

3ª: Lo que perdimos

4ª: Nadie es más de aquí que tú

5ª: El lobo